Colombia

Las comparaciones (taurinas) son odiosas

La Razón
La RazónLa Razón

Mal andamos, diga lo que diga el sanedrín ministerial . Ahora les ha dado por comparar con años anteriores y, dicen, hemos mejorado. Van en la misma línea que las que hacen los expertos del corazón entre las dos bodas toreras del año: la de Rivera y la de Perera. Es decir, comparaciones sin sentido. Se hacen la pregunta del millón, innecesaria para quienes conocemos al mayor de Carmen: «¿Por qué en su reciente boda rondeña apenas hubo representantes de la Fiesta Nacional en la finca familiar, propiedad de Cayetano?». Se la compró a la repudiada Pilar Lezcano, que no compareció porque sabía que no iba a ser bienvenida. Sin embargo, la boda de Perera y Vero «Capea» –de quien en una emisora matinal oí preguntar «¿Quién es esta chica?», ¡toma ya!– fue un aluvión de figuras del ruedo. No tiene sentido buscar una explicación a los distintos estilos; simplemente son dos polos opuestos: descarado el aire familiar del enlace del ya solo empresario malagueño, quien ahora alterna con colegas como Manolito Chopera. Todo lo contrario al elenco de amistades que apoyaron a Perera el día de su boda: El Viti, aún señero bajo su pelo blanco, Cepeda o Dámaso González, con sus tres hijas –Marta, Elena y Sonia, a cada cual mejor–, el ojo clínico de Fernán Roma y del Moral, la experiencia humana y generosa de los Trapote, el buen hacer de Carlos Talmo organizando, tan íntimo de Belén Ordóñez, y Chiqui. Lourdes Montes decidió asistir de luto. La «mujer de» deja la abogacía ¡para hacerse diseñadora! y, claro, no le ven futuro. Acudió también Manolo Caballero y hasta Curro Vázquez, pariente de los Ordóñez vía Paty Dominguín, antiguo apoderado de Fran. Ahora dirigirá como nadie la carrera de Talavante, con el que marcha para una América más adicta a nuestra Fiesta Nacional que nosotros mismos: Venezuela con sus múltiples plazas, México, tan querido por nuestra figuras como Enrique Ponce y El Juli,tutelado siempre por Roberto Domínguez, y Colombia, donde José Mari Manzanares tiene casa, como antaño Ortega Cano y otros números uno. También tuve la oportunidad de sorprenderme con otro detalle durante mi estancia en la ciudad salmantina: la bajada de los precios de las bebidas alcohólicas. Madrid al menos se mantiene gracias a la vitalidad de los Erasmus –o eso certifica un responsable del nuevo Pachá Barceló, tras irse el mítico J. A. Muñoz, parece que retirado–. Todo ha cambiado. La crisis, como el tango, obliga. Una lástima. ¡Con lo que eran Madrid y la Barcelona anterior al «pujolismo»!