Artistas

Lina Morgan lleva seis meses en la UCI

La Razón
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Otro récord de esta mujer entrañable, querida y nunca olvidada que hacía marcas de taquilla con sus revistas en La Latina. Fue su teatro, el escenario de sus grandes éxitos, como «¡Vaya par de gemelas!» que mantuvo tres años en cartel y donde estaba hilarante Amalia Aparicio, madre de Manolo Otero. Cada día salía una función, siempre disparatada o absurda. Todo dependía del humor y en ocasiones interrumpían la representación porque la risa les impedía seguir. Lina Morgan fue la última que se atrevió a montarlos y alcanzó metas insuperables en «La marina nos llama». Allí hacía dóo con Florinda Chico, que de «vedette» junto a Celia Gámez se transformó en una inefable cómica echándole kilos. Y es que todo son recuerdos y melancolía ante el singular cumpleaños de Lina, ya que son seis los meses que lleva en la UCI sin señales de recuperación. Los médicos callan y aconsejan paciencia a los pocos que acuden a visitarla, como Daniel, su hombre de confianza y mano derecha desde que la traicionó su anterior gerente, ya sin el control de su hermano José Luis. Fue el primero en irse y la artista nunca se recuperó. Luego, hace un par de Navidades, la dejó su hermana Julia con la que convivía antes de tener que ingresarla con vigilancia las 24 horas. Al poco cayó en una depresión de la que nunca salió, algo parecido a lo que le ocurre a Lina desde que entró en el la UCI el pasado 10 de noviembre. Meses atrás hubo un amago de mejoría con traslado a planta, pero enseguida tuvieron que llevarla a cuidados intensivos, donde sigue alimentada con sonda porque «no volverá a comer por su boca», señala el equipo médico que la cuida en La Beata, un centro en el que Lina confía mucho, hasta el punto de que incluso podría figurar en su testamento junto con la ONG del Padre Ángel, Mensajeros por la Paz, su chófer y algunos de los que están a pie de cama. Lo cierto es que Lina vive postrada, generalmente consciente y hablando con mucha dificultad, y eso que ella era un torrente comunicador, característica donde residía uno de sus efectos escénicos. Acaso intuyó su enfermedad y por eso se dio prisa en quitarse de encima La Latina, su más preciado tesoro con toda la carga de programarlo y colgar el cartel como en sus mejores años de estrella cuando era «maquietista», que así llamaban a los que unían comicidad, voz y encanto personal. Lina resultó compendio de tanta exigencia y fue estrellísima tras debutar con Juanito Navarro, formar su compañía ambulante y afincarse en La Latina y en el Apolo barcelonés del empresario Matías Colsada, a quien compró el teatro madrileño tras comprometerse a darle permanente brío a tan acreditado local. Luego lamentó el trato, pero ya habían rematado el negocio. Me niego a que Lina ya sea sólo un recuerdo.