Lucía Etxebarría: «Me he sentido atraída por los canallas»

–«Tu corazón no está bien de la cabeza». Suena a bolero...

–Me encantan los boleros, lloro escuchando los buenos.

–Subtítulo: «Cómo salí de una relación tóxica». ¿Cómo...?

–Escribiendo este libro y con ayuda de un terapeuta.

–En una obra anterior dijo: «Ya no sufro más por amor».

–Ahora soy castigada por decir frases lapidarias. Pecado de soberbia.

–Entonces, ¿hoy prescinde del amor o ama de otra manera?

–Amo de una manera menos egoísta y no basada en la posesión.

–Parece que amor y sufrimiento han de ir siempre de la mano...

–La sociedad, nuestra cultura, dice que el amor implica sufrimiento, pero el verdadero amor es felicidad. Si se sufre, hay que irse: no es amor.

–No sé si ha prescindido del sexo...

–Ahora mismo, sí, porque cuando te buscas y te estás construyendo de nuevo, no hay lugar para el sexo. No sé acostarme con alguien al que no quiero o, al menos, sin sentir por él algo profundo.

–Así que se acabó el ligoteo...

–Sí, de momento. Se puede vivir sin sexo y no ser una amargada o una reprimida.

–La veo escribiendo un libro titulado «Devota de la castidad»...

–No, pero el sexo no es obligatorio.

–Ahora las chicas dicen mucho eso de «me gustan los hombres malos»...

–No saben de qué hablan; se lo dice alguien que se ha sentido atraída por los canallas y ha estado con auténticos hijos de p...

–Parece un libro de supervivencia. ¿De qué guerra es superviviente?

–De la guerra contra mí misma.

–Su prologuista valora que no se presente como víctima...

–Es un gran problema engancharse al papel de víctima.

–¿Las relaciones tóxicas se producen por...?

–Si se juntan dos personas muy dependientes e inseguras, se destruyen.

–Ya hay casi tantos divorcios como bodas. ¿Tiene arreglo la cosa?

–Si antes tuvieran que firmar un acuerdo prenupcial, se lo pensarían.

–Me imagino que no volverá a un campamento ni en vacaciones...

–Nunca. Fue la máxima relación tóxica que he podido tener. Un error mío.

–«No hay un solo error que no haya tenido sus seguidores» (John Locke).