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Manual de cómo conquistar

La Razón
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Mientras espeluzna lo del colombiano José Fernando, prohijado por Rocío Jurado y Ortega Cano –el torero sale de una y se mete en otra; le amargan los siete millones cobrados por vender «Yerbabuena» y sus recuerdos oportunistas–, otros siguen comentando lo que ayer registrábamos: el absurdo desmadre de Pujol y Vanessa en el reestreno barcelonés de su teatro más anciano, el Principal de las Ramblas, que cobijó la Cúpula Venus, tan cupletera con Nuria Feliu y la Motta, y hasta fue afamado frente al vecino hotel casi pensión en que Colsada, el de «las alegres chicas», alojaba a sus figuras. Era otra Rambla y más bullicioso el ahora opacado Paralelo, donde Joaquín Gasa contrastaba la modernidad casi americana de sus revistas con «las de libreto» tan representativas de Madrid. Era lo diferencial de Matías y Gasa. ¿Cómo olvidar su «Carrusel Mágico»? Con Nicole Blanchery o el bellezón de Carmen de Lirio, la gracia chabacana de Mary Santpere o los llantos copleteros de Antony Amaya. Fue un Paralelo donde Alfredo Alaria dijo adiós dirigiendo a las «alegres chicas que trajo Coslada para quitarnos el mal humor». Lo añoro, la melancolía se hace casi física, como la sorpresa generada por algo que parece más que casualidad interrogadora: ¿qué magia tiene «la alcachofa» televisiva para encandilar a tanto relumbrón como lo ha hecho Pilar Rubio tras años de galera y calleja o ahora refeliz con Sergio Ramos? Siguen así un carrerón donde Romina Belluscio, compañera de alma y risas, marcó época fichando al hasta entonces inconstante Guti. Lo prendó, micro en mano, a pie de algún fiestón matritense. Ella utilizó bien sus dotes seductoras y él cayó a la segunda noche marcando camino, ahora seguido por Berta Collado o Beatriz Tapote, que fue directa y sin rodeos para conquistar a Víctor Janeiro, ya su marido, no diría que recién estrenado. Son de las que no pierden el tiempo con rodeos, algo que las diferencia de Sara Carbonero, entonces menos predispuesta a enamorarse de Iker Casillas. Ya están a punto de ser padres y el embarazo acrecentó su bellezón rebajando reticencias a manifestarse públicamente como si la maternidad otorgase ternura y mayor facilidad comunicadora. Resulta más accesible y diáfana mientras que Romina ya no tiene miedo porque logró lo que buscaba. Jugó fuerte y supo hacerse con este «soltero de oro» que baraja dejar los madriles mientras ve crecer a su nuevo hijo. Guti tiene espíritu aventurero y aún le escuecen las cicatrices del menosprecio que aquí soportó. Romina le empuja a seguir al pie de la brecha ilusionado como anda en fomentar juveniles aspiraciones futboleras y Berta Collado hace lo mismo con los logros cinemátográficos de su pareja.

Parecía tópico lo de afirmar que «tras un gran hombre hay siembre una gran mujer» –Sissi emperatriz fue imprescindible para Francisco José de Austria– y tal han resultado tamañas ex compañeras de esfuerzo periodístico que, además de dotes y cualidades físicas, ahora casi forman catálogo ejemplar de cómo llevar al río al famoso. De ellas escribiría un reglamento, manual, catecismo o método educacional que aleccionase de cómo conseguir el feliz bienestar del que ellas ya disfrutan.