España

México en estado puro

La Razón
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En los últimos días los medios han recuperado el nombre, la rubia melena sobre el hombro y el aire pretendidamente glamouroso de quien en los 80 fue una diva indiscutible de las películas de romanos que Cinecittà surtía en abundancia, aunquea sin excesivo rigor histórico. Rosanna Podestà se hizo imprescindible en ellas y encarnó una apología del péplum. Repasando las necrológicas me choca que no hayan reparado en su parentesco con el cantante mexicano Luis Miguel, ese ídolo que enloquece a los fans. Así eran los de Rosanna, hermana de Gabriella, la madre de Luis Miguel, casada con el gaditano Luisito Rey, padre cantaor y coplero de quien es actualmente un ídolo de masas. Rejuveneció el bolero, en el que parecían insuperables mi amiga Olga Guillot o Lucho Gatica. Antonio Machín le dio un son menos dramático. Hay mucho claroscuro en lo que parecía un matrimonio idílico (el de Luisito Rey y Gabriella): borraron a la mamá del mapa y hubo incluso especulaciones disparatadas. Aunque Luis Miguel certificó su muerte, nadie supo de ella; el México lindo y querido recela. Rey llegó a tener nombre, compitiendo con expertos en rancheras como Aceves Mejía, Antonio Aguilar, José Alfredo Jiménez o Amalia Mendoza, no digamos Lola Beltrán. La Dúrcal fue distinta con Juan Gabriel, y parte de sus cenizas reposan en el DF, reconocimiento al amor que allí la tenían, superando incluso el fervor suscitado en España.

También despierta pasiones su compatriota Alejandro Fernández, de visita en España. La Campos le montó un homenaje televisivo en el que no faltaron los saludos de Paloma San Basilio y el recuerdo de una Rocío Dúrcal agrandada en la nostalgia. «Cuando empecé, hice mi primera gira norteamericana con ella», evocó el maduro guaperas, aún reponiéndose de ciertas debilidades que lo hicieron engordar. Ahora saca un nuevo disco romántico, «Confidencias», anticipo de la gira española que hará este verano, con un montaje en el que demuestra sus dotes como arquitecto profesional. Recreará el «Te quiero, te quiero», hecho por Algueró para su entonces esposa Carmen Sevilla.