Crónica

La purísima Yolanda Díaz no quiere fetichismos políticos en la progresía

La vicepresidenta Tercera del Gobierno y Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz
La vicepresidenta Tercera del Gobierno y Ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda DíazEUROPA PRESS/E. Parra. POOLEuropa Press

Precisamente cuando está flagelando a Nadia Calviño con la derogación total de la reforma laboral y la subida del salario mínimo interprofesional, Yolanda Díaz confiesa que ahora lee un libro del profesor José Luis Moreno Pestaña sobre el fetichismo político «porque tenemos que acabar con eso en nuestro espacio». Quiere que el rojerío se entienda sin parafilias. Pero, ¿a qué fetichismos políticos se referirá la Purísima Yolanda? ¿Qué habrá visto de inquietante en su entorno? Que venga el maestro Luis García Berlanga desde el Más Allá para ilustrarnos: era experto en fetichismos varios, fan incondicional de los zapatos de tacón alto y las medias de seda, por ejemplo. Puede que la Díaz, melena al viento porque yo lo valgo, se refiera a la misofilia: excitación con la ropa sucia. Todos, de izquierda a derecha, se corren vivos oliendo la ropa sucia ajena. O a la xenoglosofilia: excitación que produce oír hablar en una lengua extranjera o distinta, o sea, lo que sienten en la CUP cuando oyen hablar castellano. O a la aerofilia: cuando te pone estar en el aire. Ahora mismo debe de haber al menos seis ministros/tras aerofílicos perdidos. O a la hipnofilia: frenesí al contemplar personas dormidas, lo que dicen que Adriana Lastra padece en el Congreso. O a la clastomanía: placer por destrozar la ropa que la pareja lleva puesta. No puede ser del gusto de Yolanda, tan fina ella, ni me imagino a Ione Belarra pidiendo que le arrebaten las bragas a mordiscos.

Puede, sí, que Susana Díaz aluda a la coprofilia: pasión por las heces, tan común a la cosa política en general. O a la microfilia: deseo sexual provocado por las personas pequeñas de estatura, algo difícil de conseguir en un circo como el nuestro al que le crecen los enanos todos los días. O al froteurismo: estimulación por el roce erótico con personas desconocidas o lo que antes llamábamos arrimar material. Hoy prefieren las mesas de diálogo para frotarse las propuestas por debajo de la mesa. O a la sinforofilia: excitación que produce organizar, presenciar o imaginar catástrofes, parafilia en que la difícilmente caerá Él, el Amado Líder que ha convertido la emotividad en ideología de Estado. Dejo el sadomasoquismo para que los lectores adjudiquen el látigo y las esposas a quien quieran.