La verdad sobre la relación del ministro de Exteriores con la modelo Inés Sastre

Hay dos detalles en la biografía del nuevo ministro de Exteriores que ahora cobran un inusitado interés y ayudan a componer su personalidad. El primero es un gesto que en su momento pasó desapercibido. Se trata de aquella polémica foto de 2018 a bordo del Falcon en la que Pedro Sánchez posaba con gafas de sol y él revisaba unos papeles. Se puso al presidente en la picota por el uso de recursos públicos para intereses personales y él pasó por un simple colaborador. La segunda nota, más jugosa por tratarse de enredos amorosos, le sitúa en el París más exquisito junto a la modelo Inés Sastre, durante su etapa de embajador en Francia. Una imagen de febrero de 2020, en el desfile de Isabel Sanchís, disparó rumores de idilio que todavía hoy, cuando ambos han regresado a Madrid, hay quien los airea. Ella se mostró perpleja y calificó la noticia de «totalmente absurda».

En su círculo también lo desmienten de nuevo a LA RAZÓN: «No hubo más que un lazo entre dos personas que se encuentran en una ciudad ajena. Inés no ha vuelto a tener contacto con él», asegura alguien muy cercano a ella. Durante su etapa parisina de 30 años, la modelo, asidua a fiestas y eventos relacionados con España, entabló amistad con gente de las altas esferas. Fue imagen del perfume Trésor de Lancôme y de la joyería Tiffany&Co, entre otras firmas, portada de numerosas revistas de moda y una de las modelos más cotizadas y reconocidas del mundo. En los años 90 las encuestas la situaban como una de las mujeres más deseadas por los españoles.

La ex mujer de Albares, la juez francesa Hélène Davo, es una profesional relevante en la sociedad parisina, más desde que inició su trayectoria como asesora de Macron. Se conocieron en la Universidad de Deusto y después de 25 años de convivencia y cuatro hijos en común, el matrimonio se rompió hace unos meses. Las habladurías infundadas sobre la modelo se desataron cuando aún vivían en París y él cortó tajante cualquier comentario. Por motivos diferentes, los protagonistas del «falso idilio» se mudaron a Madrid, pero, según nos reconfirman, sus vidas transcurren totalmente ajenas. Llama la atención que, conociendo la delicadeza en el detalle que requiere la carrera diplomática, a Albares se le pudiesen escapar estos asuntos. ¡Pero quién le iba a decir que sería ministro!