La crónica de Amilibia
Pablo Iglesias anima, ¡a por Yolanda, oé!
Cuentan las lenguas viperinas que Pilar Alegría está estudiando seriamente la posibilidad de cambiar las notas de la ESO y el Bachillerato por emojis, o sea, corazoncitos risueños, llorosos o partidos, a ver así ahorra suspensos. Los políticos tampoco aprenden nada: los familiares adosados a sus quehaceres profesionales suelen ser muchas veces su calvario y la cruz de su entierro. Pero insisten en el pecado nefando. Mira que les tienen dicho: ojito con la parentela, que la carga el diablo. Ni caso. Ahora, a la joya de la corona pepera (Madrid) se le pueden caer los diamantes por culpa de un primo y un hermano. La clase política, a izquierda y derecha, remeda a Vito Corleone en la consideración casi sagrada de la familia. Y así animan el circo.
Pablo Iglesias, el gran padrino, parece haber despedido de la familia morada a Yolanda Díaz, antes la niña de sus ojos siempre vestidita de novia. Admite que quizá se equivocó al proponerla como vice segunda del Gobierno y su heredera en el liderazgo de Podemos. Es como si gritara desde su tribuna a todos sus fans ¡a por Yolanda, oé!, y precisamente en un mal momento para ella, cuando sus graciosas primas políticas, las meninas de la célebre foto del arranque de su plataforma, Ada Colau y Mónica Oltra, están tocadas del ala por la justicia.
¿Se queda huérfana la dama roja? No. Siempre podrá contar con un montón de admiradores que le digan como Christian Gálvez a su amada: «Paty, tú alimentas mis cinco sentidos», o sea, «Yoli, contigo y con tu pelazo hasta el Finisterre de la alfombra roja». Pero mejor que en estos duros momentos de tribulación no eche mano de parientes. Por si acaso.
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