Biografía
El Palacio de Liria recuerda al duque de Alba
José Miguel Hernández Barral presenta el libro «Luis Martínez de Irujo. Duque de Alba. El peso del nombre»
El Palacio de Liria, situado en la céntrica calle Princesa de Madrid, abrió ayer sus puertas para presentar la biografía del noble Luis Martínez de Irujo y Artázcoz, primer marido de Cayetana Fitz-James Stuart y padre de sus seis hijos, Carlos, Alfonso, Jacobo, Fernando, Cayetano y Eugenia. «Luis Martínez de Irujo. Duque de Alba. El peso del nombre», que es como se titula, rescata su figura del «injusto olvido» tras su prematura muerte hace ahora medio siglo. Desde su matrimonio con Cayetana Fitz James Stuart en 1947, el peso del nombre, como dice el título, y la pervivencia de la Casa de Alba marcaron su destino. Su vida transcurrió entre el legado de su suegro Jacobo y la personalidad de su mujer, y aunque pareciera lo contrario, su papel fue complementario y sus decisiones en distintos ámbitos resultaron decisivas para el futuro del ducado.
La biografía se publicó el pasado 7 de septiembre bajo el sello de la editorial «La Esfera de los libros», pero su autor, el profesor José Miguel Hernández Barral, quiso otorgarle el reconocimiento que merecía en una cita especial enmarcada dentro del Salón de Música del Palacio que posee la Casa de Alba en la capital. Marcaban las 19,30 horas de la tarde cuando este gran edificio del siglo XVIII cerraba las visitas al público y cobraba vida de nuevo para recibir a amigos, invitados y medios de comunicación, que no quisieron perderse el acontecimiento.
Los hijos del duque llegaron al Palacio y posaron en el «photocall», algo que no gustó del todo al actual duque de Alba, que protagonizó la anécdota de la tarde y se encargó de aclarar a la Prensa que, en esta ocasión, el foco de atención no eran ellos sino el libro. Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo acudió acompañado de sus hijos Fernando y Carlos y sus respectivas mujeres, Sofía Palazuelo y Belén Corsini; Alfonso Martínez de Irujo con su hijo Javier; y Cayetano junto a su pareja Bárbara Mirjan, y su hija Amina. Mientras que Jacobo, Fernando y Eugenia asistieron en solitario.
Entre los invitados, se podían distinguir los rostros de los marqueses de Isasi, el duque de Peñaranda, la marquesa de Santa Cruz,César Baviera, Antonio Eraso Campuzano, el marqués de Fernández-Miranda, Isabel de Hoyos, Manuel Valencia y su mujer, Alicia Koplowitz y el académico de la RAE Luis María Anson, entre otros muchos.
Junto al autor, el académico de número en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Alfredo Pérez de Armiñan, elogió la labor de Luis Martínez de Irujo, así como la de José Miguel Hernández Barral.
«La vida de Luis, duque de Alba por matrimonio, resulta imprescindible para entender a esta familia en el siglo XX y, probablemente, su importancia hasta hoy día», dijo Hernández Barral, investigador de las élites sociales en los siglos XIX y XX. «Estudiar a los Alba supone abordar el peso de la nobleza en la España del momento. No se puede entender la figura pensando que nada había cambiado al cambiar todo. La relevancia continuada de los duques de Alba gira esencialmente alrededor de su capacidad para cambiar. Fueron transformaciones que miraban al pasado pensando en el futuro. Algunas salieron bien y otras menos bien. En esto, Luis fue un experto o, al menos, alguien que captó con agudeza la sutil conexión entre continuidad y cambio».
A la sombra de una mujer
En resumen, Luis Martínez de Irujo (1919-1972) «fue padre, marido, terrateniente y rentista, inversor y financiero, soldado, católico, también manitas y aficionado a la vela, al arte y a la música. La cultura era clave en su vida, aunque no fuera un intelectual. Además, viviendo en Madrid, su éxito giraba alrededor de una clara atención a lo local (sus tierras e influencias) y lo internacional (contactos y cultivo de la distinción social). Su condición de hombre representa otra clave, pero con la peculiaridad de estar a la sombra de una mujer, aunque ella no tuviera reparo en cederle un espacio que quizá le correspondía por su rango. Monárquico en un régimen dictatorial que desconfiaba de reyes y coronas, fue exponente de las contradicciones y miserias políticas del franquismo. Escalas, espacios y esferas fueron muchas y en permanente mezcla. De hecho, uno de sus grandes éxitos estuvo en su capacidad de mantener un equilibrio en todos estos órdenes. A lo largo de su vida, el duque fue un auténtico equilibrista, con un ojo siempre en cada uno de los ámbitos que le interesaban», concluye el biógrafo de Luis Martínez de Irujo.
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