Opinión
La crónica de Amilibia: ¡Hasta podríamos tener aceitunas eróticas!
Cuánto talento desaprovechado. Una empresa recibió 100.000 euros de los ERE para poner en marcha una línea erótica de aceitunas, pero dada la procedencia de la pasta, la cosa acabó mal para quien concedió la subvención y para quien lo recibió: prevaricación y malversación. Pero, ¿no se podría rescatar la idea y el sistema? Junto a las patatas fritas con sabor a vagina, las aceitunas eróticas, quizá rellenas de anchoas cántabras conservadas en viagra por Miguel Ángel Revilla, un sabor que maravilla, podrían convertirse en el aperitivo de moda. Las bendeciría Ayuso, gran cañera en el sentido cervecero y en el otro, y santa patrona de los bares madrileños. ¿Quién se podría resistir a tal combinación, bien con la aceituna erótica bailando sobre la patata frita vaginera o en modo gilda con la sicalíptica guindilla?
Aunque la condenara Montero por exceso heteropatriarcal cosificador de la mujer (con Pam, es más partidaria de la tortilla española), la idea sigue siendo válida, al igual que los otros productos de la empresa andaluza condenada: «polvazos picantes», «dulces cuernos», «polvitos» y «lengüetazos». Podrían gozar de tanto impacto internacional como la gama de velas vaginales de Gwyneth Paltrow. En la misma línea aceitunera, leo que la empresa española Cepsa, empeñada en la descarbonización del contaminante sector aéreo, ha desarrollado un programa pionero para que los aviones utilicen queroseno de origen vegetal. El nuevo combustible procede de huesos de aceitunas. Si fuera de aceitunas eróticas, hasta Pedro Sánchez pediría a Cepsa que le llenara el depósito del Falcon.
Si piensan hacer publicidad, podrían contar con Teo García Egea, campeón del mundo de lanzamiento de aceitunas con la boca. Un fenómeno.
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