
Vida
Los amores prohibidos de Margaret Thatcher
Coincidiendo con el cien aniversario de su nacimiento, un nuevo libro asegura qu el apolítica tuvo dos affaires extramatrimoniales

Resulta que la Dama de Hierro tenía una faceta más carnal. Margaret Thatcher, la mujer que gobernó con firmeza, la que convirtió el neoliberalismo en dogma y dejó temblando a mineros, sindicalistas y hasta generales argentinos, podría haber tenido tiempo también para otros frentes de batalla. Coincidiendo con el cien aniversario de su nacimiento, un nuevo libro, The Incidental Feminist, asegura que la política más temida del siglo XX tuvo dos affaires extramatrimoniales. Sí, dos. Y no con cualquiera. La autora, Tina Gaudoin, periodista y exdirectora de revistas de moda, asegura que su intención no era provocar titulares con esta bomba, pero lo cierto es que su investigación —y las confidencias que dice haber recibido en cenas, fiestas y entrevistas— han hecho más ruido que su tesis original: que Thatcher era neurodivergente. Es más que probable que la primera mujer en liderar un país del G7 también tuviera autismo leve. Pero todo esto queda en un segundo plano ante los supuestos affaires. Según el libro, ella habría mantenido una «amistad extracurricular» con Lord Tim Bell, su gurú de comunicación, y otra con el apuesto Sir Humphrey Atkins, su ministro para Irlanda del Norte.Gaudoin cuenta que, mientras escribía su biografía, empezó a recibir confidencias: «Si yo fuera tú, indagaría en los rumores de aventuras», le soltó un financiero ya jubilado. Y claro, la curiosidad periodística es peor que el champán caro: una vez abierta, no hay quien la cierre.Lo de Tim Bell suena a flirteo ochentero con luz tenue y cigarrillos largos. El publicista aseguraba que a Thatcher «le gustaba cuando le ponía la mano en la rodilla durante las cenas».

Nada que ver con «House of Cards», pero suficiente para un escándalo retro. Bell, por cierto, murió en 2019 y tenía fama de ser un «campeón olímpico de las trolas», según sus amigos. Pero la premier le aguantaba todo: la bebida, las drogas y hasta una condena por exhibicionismo. Y luego está el caso Humphrey Atkins, alto, elegante y con pinta de actor. Un exministro que, según varios colegas, «no era especialmente brillante, pero siempre ascendía. Gaudoin lo interpreta con un traduzca usted como quiera». Los defensores de la pureza de Margaret, como su biógrafo oficial Charles Moore, tildaron todo de «vanishingly unlikely» — «ni de broma» con acento pijo de Eton—. Pero Gaudoin insiste en que las cartas privadas entre Thatcher y su hermana muestran a una mujer vulnerable y con sus debilidades. Y por si faltaba morbo, el libro añade una guinda: Denis Thatcher, el marido de mirada ausente y gin tonic perpetuo, también tenía lo suyo. Tras dejar Downing Street, se hizo íntimo de Mandy Rice-Davies, la modelo que protagonizó el escándalo sexual del Profumo affair. Gaudoin no busca destruir el mito, sino rescatar a la mujer que respiraba detrás del esmoquin político.
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