Opinión

El diario de Amilibia: Pablo te fustiga, Yoli

Ahora, el gurú morado cambia de fantasía sexual y en vez de fustigar a Mariló Montero, apalea a la vicetiple segunda y ministra de Trabajo

La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados.
La vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz, durante una sesión de control al Gobierno, en el Congreso de los Diputados.Eduardo ParraEuropa Press

El mismo que dijo de ella que estaba llamada a ser la primera presidente de España, ahora la fustiga y la sentencia: acabará dejando la política porque «se ha subido a una nube de narcisismo de la que no se ha sabido bajar». Lo dice Pablo Iglesias sobre la Yoli en su libro «Enemigos íntimos».

Escribe que la Yoli «se enamoró de la fama y cambió su forma de actuar, su imagen y su tono, por una personalidad forzada». Además, apunta y dispara, «le tiene inquina a mi mujer, Irene Montero». Inquina visceral, aclara, junto a la firme voluntad de destrucción de Podemos.

El exvicepresidente Pablo Iglesias presenta su libro 'Enemigos íntimos'
El exvicepresidente Pablo Iglesias presenta su libro 'Enemigos íntimos'Alejandro Martínez VélezEuropa Press

Califica a la vicetiple segunda y ministra de Trabajo de «esperpéntica». El esperpento subido a una nube es algo que ni Valle-Inclán pudo imaginar en las pesadillas de sus espejos cóncavos.

Narciso, hijo de un dios fluvial y una ninfa, fue a beber a la orilla del lago, vio su imagen reflejada en él, y se enamoró de sí mismo. Esas cosas pasan por beber agua, cosa que un tabernero de pro como Pablo detesta. Interpretan algunos hermeneutas que la Yoli se vio un día en las aguas de la ría de Ferrol y en ese momento decidió teñirse de rubia y acudir corriendo a Zara.

O sea, supo entonces que para enamorarse de sí misma, primero tenía que cambiar de imagen: vio que de roja progre y coleguilla del sindicato del metal de Esquerda Unida, morena de melena rancia/proletaria y uniforme monjil de abogada laboralista, no iba a ninguna parte, y mucho menos a enamorar primero a Iglesias y luego al Apolo de la Moncloa.

Ahora, el gurú morado cambia de fantasía sexual y en vez de fustigar a Mariló Montero, apalea a la Yoli. Estamos ante la versión comunista de «La venganza de don Mendo». O así.