Bezos Vs Musk
Jeff Bezos y su abdomen de lavadero
El verano dispara la rivalidad entre Jeff Bezos y Elon Musk... también por su físico.
Tenía que llegar el verano para saber quién saldría victorioso en un cuerpo a cuerpo entre los eternos rivales Elon Musk y Jeff Bezos. La periodista Lauren Sánchez, prometida de Bezos desde que en mayo sellase su compromiso con un diamante de veinte quilates, acaba de mostrar al mundo las mejores credenciales del magnate de Amazon con una imagen saliendo del yate: un «six pack» de escándalo. Es decir, lo que sobre una esterilla común diríamos abdomen de lavadero. A ella misma le ha despertado sofocón: «¿Soy yo o hace calor?», se pregunta. A sus seguidores, sin embargo, les provoca más calorina el barco, un coloso de 500 millones de dólares capaz de convertir la energía eólica en electricidad. El segundo más grande del mundo.
Musk, ocupado estos días en la defunción del mítico pájaro de Twitter, solo ha tenido sorna para Barbie, pero le bastaría con llevarse la mano a la cartera para dejar a Bezos sin posibilidades. Esta semana acaba de destronar a Bernard Arnault como la persona más rica del mundo. El dueño de Twitter, director ejecutivo de Tesla y fundador de Space X tiene ahora mismo una fortuna de 240.700 millones de dólares. La de Bezos, tercero en la lista, se queda en 151.900 millones.
Cualquier detalle es suficiente para atizar una enemistad que se queda en lo liviano, aunque para ellos su imagen puede que esté en el mismo orden de cosas que su histórica disputa por ver quién domina el espacio. Y puede que el ganador sea Musk, incluso sin el torso de infarto de su adversario. Mide quince centímetros más y es quince kilos más fuerte, pero, sobre todo, sabe cómo provocarle. En una ocasión le lanzó que se toma demasiado en serio a sí mismo y que debería pasar menos tiempo en el jacuzzi e invertir más energía mental en su carrera. ¿Tanto como él, que llega a trabajar hasta 120 horas semanales?
Es tan comprometedor que le recuerda que no le queda demasiado tiempo para ver cumplido su sueño. Y ahí le duele. A sus 59 años, Bezos podría estar viviendo una crisis de la mediana edad algo tardía. Ha pasado de ser un gurú tecnológico más, anodino y sin estilo, a apreciar la moda, raparse el pelo, modelar su cuerpo, esculpir su rostro y tomar macrobióticos. No queda nada de aquel universitario flacucho, cejijunto y de apariencia nerd que tuvo que inscribirse en clases de baile de salón para ampliar sus escasas posibilidades de encontrar pareja.
En este cambio tiene mucho que ver su prometida. En 2019 se divorció de su esposa MackKenzie Scott, después de veinte años de matrimonio. La austeridad de esta mujer, filántropa y escritora, contrasta con el lujo que exhibe Lauren en su Instagram. Si la primera llevaba a sus cuatro hijos al colegio en una furgoneta Honda, esta última solo va en Bentley y con chófer, aunque en los últimos meses no ha salido demasiado del yate Koru, que, por cierto, significa vida nueva. Bezos busca la perfección en todo lo que hace y esta renovación le estaría aportando el efecto «wow» mediático que necesitaba en su evidente megalomanía.
Musk sabe cuánto puede importunarle cuando le bromea sobre el tiempo. Bezos invierte millones en Altos Labs, una empresa biotecnológica que desarrolla terapias que puedan detener o revertir el proceso de envejecimiento humano. También gastó 42 millones de dólares para crear un reloj capaz de funcionar durante 10.000 años. Le obsesiona el tic tac de la vida y, no conforme con perseguir su sueño de colonizar otros planetas, querría también hacerse dueño y señor del tiempo. En esto nada podrá reprocharle Musk, cuyo sentido de la urgencia le lleva a vivir historias de amor fugaces o a tomar decisiones de gran envergadura en 24 horas, como pasar de Twitter a X, a pesar de los conflictos que puede acarrearle por tratarse de una marca que ya estaba registrada. Se comportan como dos niños brillantes, ingeniosos, inconformistas y antojadizos. ¿Quién mantiene mejor los pies en el suelo? Seguramente, los dos. A pesar de sus excentricidades y el intercambio de zascas mordaces, en los juegos de poder se manejan como si conociesen las cartas del adversario. Son visionarios y tienen el don de la genialidad.
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