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Vida

María Jesús Montero, la Faraona: del cura rojo de juventud al vidente que arruinó su vida sexual

Con Pedro Sánchez en China, la vicepresidenta primera ha tomado esta semana el timón del Gobierno usando esa hipérbole que ya de niña le mereció su apodo y con la que abruma a ciudadanos y políticos

La secretaria general del PSOE -A María Jesús Montero el 15 congreso provincial de Almería celebrado en Vícar. Carlos BarbaEFE

Con su agitación, María Jesús Montero, la mujer de las mil muecas y con más poder en la política española, resulta abrumadora. Provoca sobrecarga emocional. De izquierda a derecha, a sus señorías tanto aspaviento debe de provocarles dolor muscular en cuellos y brazos, aceleración del ritmo cardíaco y subidas de tensión. Al terminar sus sesiones, más de un cuerpo quedará exhausto, igual que si les hubiesen puesto a practicar treinta burpees de alta intensidad.

«Dios mío de mi vida… esto tiene que ser una pesadilla», escribe en Instagram una usuaria al borde de un ataque de migraña ante la imagen de la ministra y vicepresidenta primera del Gobierno con los brazos en alto. Es el efecto que provoca en la ciudadanía, el de ir pasada de frenada zampándose eses, sorbiendo jotas, perdiendo letras y descuidando la compostura.

Aunque la ministra ponga como escudo lo andaluz y quiera tachar a Isabel Díaz Ayuso de prejuiciosa, no es el acento su pecado, sino su peculiar desmadre en forma y fondo. Bien que hace al rescatar en sus camisetas la icónica bailaora de los televisores que el plasma envió al exilio. Olé por el arraigo, las muñecas de faralaes y las filigranas de hilo de oro. Nada que objetar, pero no se podrá quejar si esta Semana Santa inspira a su paso un recital de piques, de esos que se producen a las puertas de las iglesias cuando se detienen las imágenes.

María Jesús Montero comparece en la comisión de Hacienda en el SenadoDavid JarLa Razón

Su único santo ahora es Pedro Sánchez, al que venera y jalea después de que la aupase con su mano derecha. En los ochenta frecuentaba la parroquia trianera de Nuestra Señora de la O y allí conoció al sacerdote comunista Manuel Mallofret, su confesor y guía, más ideológico que espiritual. El recuerdo que guardó el cura de aquella joven cristiana era su puntito hippie, alejado de su actual visión fashionista de la política. En la pandemia, cuando España se abonó a la bata de guatiné, causó un buen revuelo por su variedad de «outfits», a cuál más colorido, cada vez que aparecía para informar del drama del coronavirus.

Tacón fino y bata de cola

La sobriedad no es una cualidad hecha para la Faraona. Así es como conocían en Triana a la hija de Conchita y Manuel, profesores del colegio José María Izquierdo, donde también estudió ella. Es la Faraona de Camarón, Lorca o El Fary. Con bata de cola o falda de tubo y pisando con tacón fino. Mostrando más de lo que tiene y hablando más de lo que sabe, aunque tenga que reformular su pensamiento. Léase Alves y la presunción de inocencia. Por ejemplo.

«La vida no me da pá más», le confesó a unas artesanas en su última visita a Sevilla. Antes practicaba manualidades, ahora presta sus manos como zarpa de gato que usa el mono para sacar las castañas del fuego. Es lo que tiene vivir desbordado, que uno acaba confiando la palma incluso a un vidente, como le pasó en una cadena andaluza. «A mí dímelo todo porque soy médica», le pidió brava al adivino. «Esta raya que te coge media... bueno, en el sexo eres regularcita», le respondió resuelto. Actualmente a la vicepresidenta no se le conoce en público varón, aunque haberlo, haylo, según insinuó en su reciente entrevista con Jordi Évole. El único detalle que dio de él es que no le perdonaría una infidelidad tributaria. «Si descubro una parte oscura de la vida de mi pareja, seguramente sería definitivo… No me veo con una persona que no tenga un concepto de que los impuestos sirven para lo que sirven», declaró.

María Jesús Montero, en el XV Congreso socialistaAgencia EFE

Montero ya pasó por el altar. Fue con Rafael Ibáñez, padre de sus dos hijas, a quien conoció en su etapa universitaria. A pesar de ser ateo y militante de las juventudes comunistas, se casaron contra todo pronóstico ante Dios en su antiguo colegio concertado de Triana. Tras casi tres décadas de amor, la relación fue desembocando en lo que en 2019 llamaron.

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Aunque viaja con frecuencia a Sevilla, donde residen sus hijas, ya adultas, vive en el Ministerio de Hacienda, «un piso más arriba que el despacho», rodeada de Borbones y con la maleta siempre a punto para marcharse, según le contó a Évole. Al llegar, respetó la decoración, aunque dice que el piso le pareció «muy incómodo». Lo que sí cambió fue el colchón.

Montero se postula ahora como candidata socialista a derrotar en las próximas elecciones a quien gobierna Andalucía con mayoría absoluta, Juanma Moreno. Ella misma, y nadie más, ha izado la bandera de los tópicos andaluces y del folclore. Contradictoria en su propia performance, el pasado mes de enero, cuando anunció su candidatura, citó al Che Guevara y luego a Lina Morgan: «Agradecida, emocionada, gracias por acudir». Una vez más, dio rienda suelta a su personalidad explosiva y provocó risas en el patio de butacas, como si se tratase de un sainete teatral. Mímicamente, podría medirse con Morgan o con Gracita Morales, las damas donaire de nuestro cine español, pero en política la gente poderosa impresiona más cuando dice poco. Palabra de politólogos: cuanto más se habla, más opción de traspié.