Elecciones en Estados Unidos
Nos equivocamos con Melania Trump: ni insulsa ni mujer florero
La esposa del candidato republicano sorprendía esta semana apoyando su campaña y criticando con dureza la comparación con Hitler. ¿Merece la exprimera dama un juicio más justo?
Donald Trump deja todo a la vista. Es explosivo, teatral, visceral, arrollador… Si te gusta, bien; si no, también. Esto es lo que viene a decir. Con Melania Trump no es fácil hilar fino. De origen esloveno, su biografía está ligada a la descomposición del imperio soviético y lo tentador, atendiendo a su enigmática mirada estrábica, es referirse a ella en términos de guerra fría. Digamos que él apunta al corazón y ella a la cabeza.
Nos fascina pensar cómo forjaron su tratado de paz duradera, hace ya 20 años. Desde que Trump expresó sus intenciones presidenciales, una legión de escritores ha retratado a Melania siguiendo el guion de su vida: nace en una familia modesta en la antigua Yugoslavia comunista, viaja a las capitales de la moda –Milán, París y Nueva York– para ser modelo, se enamora en Moomba, se casa en Nueva York y se traslada a la Torre Trump, en la Quinta Avenida, a una casa tan exquisita que los invitados deben usar calzado quirúrgico para no dañar el mármol. Y felices o no, las perdices se las sirvieron en la Casa Blanca.
Los enjuiciadores son implacables con Melania. Se la tacha de mujer florero, insulsa, pasiva, despreocupada o esposa sufridora. Un colectivo llegó a impulsar un movimiento con el hashtag #FreeMelania. ¿Qué hace pensar que necesita redentores?
Alguien ha escrito que el matrimonio es una sociedad en comandita donde Donald ejerce como socio gerente con carácter absolutista. Olvida que Melania renegoció astutamente su acuerdo prenupcial después de ser elegido presidente, en 2016. Olvida también su influencia para que su marido se postulara al cargo. Mary Jordan, autora, de «El arte de negociar: la historia no contada de Melania Trump», destaca, entre otros detalles, el efecto calmante que ejerce sobre el candidato republicano y sugiere que ambos sean más parecidos de lo que parece. Lejos de esa apariencia flemática, Melania ha construido su propio mito rompiendo con su pasado. ¿Podemos pensar, entonces, que es feliz? La revista «Tatler» preguntó a sus amigos de escuela y dijeron que sí, además de subrayar su inteligencia.
La defensa de su marido, en el Madison Square Garden, el 27 de octubre, diciendo lo horrible que es su comparación con Hitler, sentencia que nos hemos equivocado. Puede que sea hora de reconocerle su lugar en la historia por derecho propio y por el interés que despierta. Como muestra, el éxito editorial de sus memorias homónimas. ¿Cuántos han llegado tan lejos desde un lugar tan modesto? ¿No es esta la mejor personificación del sueño americano?
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