Soledad

Yolanda Díaz, del efecto «wow» al ¡bluff!: su ex le es infiel con Podemos

Ni «tierriña», ni estabilidad sentimental, ni amigos políticos. La política podría estar sumida en una soledad que ella misma ha sembrado. Su entorno gallego cuenta a LA RAZÓN detalles sobre su recién estrenada soltería.

Yolanda Diaz en un pleno del Congreso, reunido excepcionalmente en el Senado.
Yolanda Diaz en un pleno del Congreso, reunido excepcionalmente en el Senado.Alberto R. RoldánLa Razón

Más de uno estará a estas horas repanchingado y despreocupado viendo la función con la boca abierta e imaginando a su vieja camarada en su despacho con la luz siempre encendida y entregada a esa técnica tan japonesa de recoger añicos para reconstruir lo que dejó romper. Iglesias, Belarra, Montero, Garzón… todos ponen pies en polvorosa. Ni con laca dorada querrían formar parte de esa pieza resultante con la que la vicepresidenta segunda del Gobierno intentará sanar sus heridas emocionales y políticas.

Yolanda Díaz (Fene, 1971) vive horas bajas. Sabía que no es profeta en su tierra, pero su fracaso en los comicios gallegos, cuyos resultados la propia candidata de Sumar, Marta Lois, ha calificado de «malos, sin paliativos», ha superado todas las expectativas. Ni siquiera un 2 por ciento del voto. También en lo personal, por lo que se trasluce, vive una situación crítica. A principios de mes, anunció el punto final de su matrimonio con el delineante Andrés Meizoso. Después de veinte años de convivencia, la pareja ha terminado partiendo peras en un despacho de abogados, sumándose a ese 27% de disoluciones grises que se producen a partir de los 50.

En este tipo de rupturas en la edad tardía, es la mujer la que mayoritariamente toma la decisión, si bien Yolanda Díaz ha detallado que ha sido de mutuo acuerdo. Quienes la conocen en Galicia informan a LA RAZÓN de que la pareja arrastraba esa falta de conexión emocional desde hace tiempo. «La noticia de su divorcio formal no ha sorprendido ni a cercanos ni a extraños. Era vox populi. Díaz llevaba alejada de su marido al menos un año y haciendo vida social al margen de Meizoso. Ya se habían repartido previamente las responsabilidades de la crianza de su hija, Carmela».

Pablo Iglesias y Yolanda Díaz
Pablo Iglesias y Yolanda DíazMariscalAgencia EFE

La niña, que cumplirá en marzo doce años, es el talón de Aquiles para esta «madre galega» que hace esfuerzos sobrehumanos para conciliar y pasar con ella todo el tiempo posible, bien en el ministerio o en la vivienda oficial a su disposición, bien dejando que la acompañe a sus actos. A Carmela la hemos visto en los Goya, en campaña y en otros eventos en los que ha tenido ocasión de conocer a artistas y políticos. Fuentes muy próximas a Díaz cuentan cómo planifica su agenda, sobre todo la de los fines de semana que le corresponde estar con ella, tratando de compatibilizar sus horarios como ministra y líder de partido con sus cuidados maternales.

Recientemente, Carmela acudió con su madre a los Premios Goya, en Valladolid. Ese día la vicepresidenta desfiló por la alfombra roja con un vestido fresa ligeramente brillante firmado por Purificación García y unas sandalias doradas. «También Carmela se desenvuelve con soltura en esos ambientes políticos y sociales», nos dicen. Las personalidades con las que la niña se va familiarizando nada tienen que ver con los camaradas comunistas que desfilaban por la casa de Díaz en sus años de infancia, cuando Santiago Carrillo le besó la mano.

Yolanda Díaz y su marido, Andrés Meizoso
Yolanda Díaz y su marido, Andrés MeizosoLa Razón

Uno de sus puntuales en su vida, más como madre divorciada, es su padre, Suso, un histórico sindicalista gallego. Fue militante en el PCE en la clandestinidad y llegó a cumplir dos meses de cárcel por negarse a pagar una multa de 150.000 pesetas. Carmela, que pasa muchos ratos con el abuelo, lleva el nombre de su esposa, que falleció repentinamente en 2013 a los 66 años. La líder de Sumar la recuerda en sus redes sociales compartiendo imágenes y dedicándoles emotivas palabras.

Al exmarido, sin embargo, era difícil verle. Celoso de su intimidad, dio un paso atrás en sus ambiciones personales y profesionales cuando su mujer llegó al Gobierno. Incluso en sus opiniones políticas, más cercanas a Podemos que a los mandatos de Sumar, según revela su entorno. Son circunstancias que habrían hecho mella en la relación, aunque podría haber alguna otra curiosidad que el entorno prefiere, de momento, callar. El caso es que Díaz llevaba un año separada y lo mostraba con naturalidad, a pesar de que echará en falta esos cocidos gallegos y otros guisos que, como ella confesó, Meizoso le preparaba de manera espectacular.

Después del batacazo electoral, la vicepresidenta segunda ha inspirado una ola de memes mordaces. El más significativo, uno con su imagen en absoluta soledad y un tuit que dice: «Yolanda Díaz posando junto a sus nuevos diputados electos en Galicia». ¿Está realmente sola? ¿Su estado emocional después de romper con el hombre con el que contrajo matrimonio en 2004, ella de rojo y él de color crema, puede haberle pasado factura en las urnas?

Una soledad buscada

Carolina San Miguel, consultora política y autora de «Marca personal para políticos sobresalientes», no lo cree así. «Su vida personal dudo que haya influido en nada. Forma parte de su privacidad y ahí nadie puede decir ni juzgar, pero la soledad política es la que ha generado ella sola, eliminando a todo aquel que la ha apoyado o ensalzado y fulminando a cualquiera que pudiera hacerle un poco de sombra. Al final, en política como en la vida, uno recoge lo que siembra. Y ella misma ha sembrado su soledad y con el tiempo evolucionará a su absoluta desaparición. El primer paso ha comenzado en su propia tierra».

 La líder de Sumar y candidata, Yolanda Díaz (d), junto a la portavoz de Mas Madrid, Mónica García (2d), Carla Antonelli (2i), y la portavoz federal de Izquierda Unida, Sira Rego (i), participa este viernes, en el cierre de campaña electoral del partido Sumar, en el anfiteatro Tierno Galván de Madrid.
La líder de Sumar y candidata, Yolanda Díaz (d), junto a la portavoz de Mas Madrid, Mónica García (2d), Carla Antonelli (2i), y la portavoz federal de Izquierda Unida, Sira Rego (i), participa este viernes, en el cierre de campaña electoral del partido Sumar, en el anfiteatro Tierno Galván de Madrid. Jar

Esa posición debilitada en nada se parece a la exultante mujer que venía acaparando titulares y siendo centro de atención desde hace cuatro años por sus estilismos, como parte de su identidad política. Un detalle, hasta ahora desconocido y que nos revelan fuentes muy próximas a la política, es que su padre, Suso, ha tenido mucho que ver en la evolución de su imagen. Incluso le compra algunas prendas en Galicia. Los expertos sospechan, sin embargo, que hay detrás una imagen muy estudiada por parte de profesionales causantes de esa transformación de mujer morena, de pelo corto y aspecto perroflauta a esa otra imagen estilizada, sofisticada, tonificada y femenina. Sin duda, más favorecedora, aunque no siempre se lleva el elogio de los expertos.

Con sus vestidos, sus gestos dulces, su tendencia al arrumaco y el tono de su voz, casi empalagoso, Díaz provocó un efecto «wow» tanto en los ciudadanos como en la propia clase política y sus interlocutores. Pero esa capacidad tan usada en el marketing para provocar sorpresa y fascinación ha resultado una burbuja que se deshincha por momentos. «Ella es pura ficción, no es creíble. Una comunista infiltrada en un conglomerado de partidos necesitados», indica San Miguel. Su refinamiento, aparentando que hay otra forma de ser comunista, es, en opinión de esta consultora política, «un bluff, un nombre bonito con una sonrisa falsa. Carece de fondo, programa y sentido. Solo ha sembrado odio y enemigos por el camino, y la prueba está en los resultados».