Miami

Rafa Amargo, juez de bailes

Rafa Amargo, juez de bailes
Rafa Amargo, juez de baileslarazon

Buenos están los ayuntamientos; cunde el ejemplo que prohibió que la prota del homenaje a Raquel Meller llegase al Teatro Reina Victoria en coche de caballos, un poco dentro del estilo decimonónico prodigado por Fran Rivera –a quien le han reventado la exclusiva millonaria– en su boda con invitados bajo aparatosas pamelas y enchisterados como para ir a la ópera vienesa. El gesto impositivo ha generado tanto cachondeo en Ronda como el café olímpico de Ana Botella. Hubiesen entendido una vestimenta más apropiada, incluso faralaes o castoreño encajado en el estilo goyesco. El medio torero no llegó a lo conseguido por su abuelo Ordóñez ni tampoco al arrojo de Paquirri, de quien la propia Carmina me aseguró que era adorado por su padre. La mejor faena de Fran fue para Eugenia. Tienen coña para rato con el mayor de mi añorada Carmen, como la llamaban íntimas o casi hermanas como Lolita o esa Charo Vega que ahora acompaña a Isabel Pantoja en su nueva aventura mexicana grabando cosas de Juan Gabriel. Un aliento para la guapísima Charo, que merece toda la suerte del mundo ahora que su hija Triana está nuevamente embarazada. Acompañar a su amiga «Panto» será un aliciente para el bellezón al que Rafa Amargo quiere bien y al que acaso también acompañe en su próxima aventura italiana para la RAI, donde presidirá el jurado de la versión que hacen allí de «¡Mira quién baila!», igual que Potty triunfa en Miami. En sus alternancias sentimentales, Charo vivió muchas veces en casa de Amargo: «Me voy para once semanas, es un contrato que me apetece mucho por lo que puede generar», me aseguró la madrugada del sábado en «Sweet Pachá», donde montó improvisada pareja con la imponente Rebeca, que este verano ganó algunos kilos. Impacta físicamente, incluso puede asustar, pero no pierde la sonrisa acrecentada por su novio madrileño, igual que Elsa Anka. Cuatro mil personas quedaron absortas al ver moverse –que bailar apenas lo hizo– a Rafa Amargo sobre un podium de gogó, venga a estirar los brazos «como si fuese Matilde Coral», ironizó desde su régimen alimenticio que Sol le obliga a mantener a base de buenos batidos de pepino. Lo anotó Joaquín Verdú para mantener su forma a sus 65 años y estar esbelto el 19 de octubre cuando en Zaragoza se case con Alfonso Velázquez tras cuatro años de relación. Recibía felicitaciones porque es un grande del diseño «aunque Cuca Solana me haya eliminado de Cibeles», donde Nuria Sardá demostró que no está a la altura de su padre. Por su parte, Víctor Sandoval encontró en Sitges un buen refugio tutelado por las guapas hermanas del «Kansas», ya hartas de «hacerle todos los días huevos fritos con patatas cuando nuestra especialidad son los arroces».