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Sevilla vibra con la boda del año

Eva Morejón y Fernando de Solís Tello, a su llegada a la celebración en el palacio de los marqueses de la Motilla
Eva Morejón y Fernando de Solís Tello, a su llegada a la celebración en el palacio de los marqueses de la Motillalarazon

El miércoles pasado en la divertida hora de los «fósforos» de «Herrera en la Onda», se hablaba de las bodas con pretensiones. No participo en esa sección, pero al incorporarme cariñosamente les afeé.

El miércoles pasado en la divertida hora de los «fósforos» de «Herrera en la Onda», se hablaba de las bodas con pretensiones. No participo en esa sección, pero al incorporarme cariñosamente les afeé, sobre todo a Lorenzo Díaz, ya que habían confundido los términos al meter en un mismo saco, por pretenciosas y horteras, la boda de Cayetano Martínez de Irujo y la de Farruquito, afirmando que el bailaor iba de «cani» y el conde, de domador.

Le aclaré que lo que él consideraba un vestuario de circo, es el uniforme de gala de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla, institución centenaria, de la que es hermano mayor el Rey de España. Que en los actuales tiempos, sus obras sociales y de ayuda a la cultura, incluso a los medios, justifican plenamente su existencia. Y que en la citada boda no había pretensiones, más bien realidades. Esto me sirve de pórtico cuando estoy en las escalinatas de la iglesia del Salvador, una de las iglesias más bellas y espectaculares del mundo, la cuál recibe a numerosos visitantes, pero que si estuviera en Florencia, correríamos en manada a verla, a pesar del coste. ¿Qué hago en semejante lugar? Les cuento: me gusta llegar con tiempo a los acontecimientos, y aquí, en una hora, se casa Fernando de Solís Tello con Eva Morejón.

El novio es hijo primogénito del marqués de la Motilla y de Carmen Tello. Los Solís Beumont llegaron a Sevilla con Fernando III «el Santo» y, desde entonces, han ocupado un sitio importante en la sociedad. En la actualidad conservan nombre, prestigio y patrimonio. Por eso esta boda es de las que se dice que ha sido la del año. Van llegando los invitados; el doctor Trujillo, uno de los médicos mas solicitados, con su esposa Mara. Rafael y Mamer Peralta, ella siempre perfecta. Patricia Rato, siempre con un pie en el cielo, invitada de la novia. Juan Antonio Ruiz «Espartaco», elegante, simpático, invitado del novio. Tomás Terry, que ha llegado de una boda en Madrid. Josemi Rodríguez Sieiro con su melena «al vent». O el empresario Rubén Domínguez con un traje de Dior, de los que terminan con los ahorros de años. La iglesia se va llenando, el maestro Curro Romero, elegante de azul, llega emocionado: le tiene gran cariño al novio. Manuel Colonques, con su familia –por cierto su hija en vísperas de casamiento–. Los duques de Plasencia y a continuación el Marqués de la Motilla. Por fin, en la puerta, el novio con el uniforme de gala de maestrante de Sevilla, a su lado su madre y madrina, Carmen Tello, que de nuevo deslumbra con un impresionante diseño de Vitorio y Lucchino, peineta y mantilla fastuosa. Esto sin que se entere nadie, el duque de Alba me comentó que Carmen iba de madrina en su boda, más elegante incluso que la novia.

Por fin la novia, bella exquisita. Liturgia muy sevillana, y los más de 600 invitados encaminan los 200 metros que te llevan al palacio del novio donde se celebra la cena y la fiesta de boda. Ya se encontraban en la recepción José Manuel y Consuelo Lara, marqueses del Pedroso de Lara; el duque de Alba; los duques de Segorbe; el ministro Arias Cañete; el vicesecretario general de Política Autonómica del PP, Javier Arenas; el alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido; y otras personalidades. Desgraciadamente en estos recios tiempos que corren, siempre puede aparecer el Gordillo de turno que arruine la más bella ceremonia, y la prudencia aconseja evitar problemas.

Los marqueses de Benamejí y Carmen Cobo; Antonio Burgos e Isabel Herce, su esposa; Pilar Medina Sidonia, que siempre seguirá siendo una gran duquesa; Tere Pickman, gran amiga de Carmen y Cayetana; Loli Reian y su hija, Macarena García Otero, como siempre bellísima. Afortunadamente la plaza estaba llena, en las terrazas no cabía ni un alfiler y la gente estuvo encantada y encantadora. Muchos turistas aprovecharon la circunstancia para sumarse al evento y disfrutar aún más de los atractivos turísticos de la ciudad. Como dicen en esta tierra, «lo habrá querido Dios», y justo delante del fastuoso retablo estaba la Virgen del Rocío, la novena de la hermandad de Sevilla, que añadía un nuevo encanto a la ceremonia. Sevilla quería estar presente y a la salida se oía una marcha procesional, una cruz de Mayo pasaba por la plaza del Salvador: para que lo entiendan los de afuera, podemos decir que es el fermento de los cofrades de Semana Santa.

Después del cóctel de la magnífica cena, servida por todos los salones del palacio veneciano, yo estoy bailando desenfrenadamente al ritmo de los Alpresa, y no creo que sea elegante contar lo que suceda hasta el amanecer. Pienso rematar la fiesta tomando, con un grupo de amigos churros con chocolate en la Macarena.