Sevilla
«Guadalquivir», el río que nos lleva
No se engañen, esto no tiene nada que ver con los documentales de la 2.
No se engañen, esto no tiene nada que ver con los documentales de la 2. Su director es tajante: «No funcionaría en televisión. Desde el principio nos lo planteamos como una pirueta, algo nada convencional destinado a romper esquemas», asegura Joaquín Gutiérrez Acha. Hay dos elementos que contribuyen a esta ruptura: un guión poético que acompaña al recorrido visual del río y una narración heterodoxa y muy andaluza ejecutada por Estrella Morente: «Hay locutores perfectos en este país que logran aportar un catálogo de voces y que mantienen un mismo registro durante todo el documental, pero que resultan terriblemente frías. No tuvimos ninguna duda de que era la voz de Estrella la que iba a llegar al público y más con el fondo flamenco que tiene la banda sonora», confiesa el realizador. La cantaora no lo dudó un instante: «El miedo no se ha hecho para los que queremos disfrutar de la vida. Afortunadamente, me permitieron que lo hiciera tal y como me salía y no buscando una vocalización perfecta. Además de aprender mucho, "Guadalquivir"me ha aportado una gran ilusión por el trabajo, por la naturaleza y por mostrar toda esta maravilla a mis hijos», asegura.
Infinita paciencia
Observamos al gigante del sur desde que apenas es un recién nacido en la sierra de Cazorla y vamos avanzando con él hasta Sierra Nevada y, posteriormente, Doñana, privilegiada reserva de la biosfera. Gracias a un despliegue de medios técnicos y a infinitas horas de paciencia, observamos planos sobrecogedores tomados desde helicóptero y los más mínimos detalles del día a día de los habitantes de la rivera, donde tantos animales salen a cenar a diario fuera de casa: los zorros y su pelea constante por la comida; el lince, cuya principal arma es el silencio; la cigüeña (de la que apreciamos en la bandada hasta a una con la pata quebrada), la elegancia del búho real. «Todo esto se logra con gran paciencia –advierte el realizador– y tratamos además de interferir lo menos posible. Dispusimos observatorios camuflados con un personal muy reducido. Y, además, debemos tener en cuenta que estos animales no están acostumbrados a vivir con el hombre». La presencia humana, precisamente, está prácticamente ausente en la primera parte del documental (a excepción de las espectaculares imágenes de los coquineros en plena faena), pero en el último tercio también se fija en las «manchas blancas» como Córdoba y Sevilla, que se incorporan a los márgenes de lo que los antiguos consideraron «el río más peligroso del mundo».
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