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Las nuevas aplicaciones de la economía colaborativa

Este nuevo modelo de negocio tiene en Blabacar y Airbnb sus casos de éxito más conocidos, pero hay muchos más. Te presentamos algunos ejemplos muy útiles de cómo ha cambiado la forma de hacer negocio entre particulares

Las nuevas aplicaciones de la economía colaborativa
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La economía colaborativa va mucho más allá de hacer un viaje por carretera con tres desconocidos ansiosos por buscar un tema de conversación alternativo al de “cómo ha cambiado el tiempo”, o de alojarse por unos días en una casa con vocación de hotel de paso pero aires de hogar. Este modelo de negocio sirve también para compartir un trastero, una plaza de parking, una cámara de vídeo o incluso los gastos de un viaje. Y casi cualquier cosa que se tercie.

Quizás por haber sido los pioneros, o porque han sabido cubrir algunas de las necesidades más básicas, Blablacar y Airbnb son los ejemplos de economía colaborativa más conocidos y utilizados. El primero ha superado ya en España los 5 millones de usuarios (70 millones en todo el mundo), que comparten coche para un trayecto puntual, según datos de la propia compañía, con preferencia por los recorridos Madrid-Valencia, Málaga-Granada y Madrid-Murcia. El segundo alojó en España solo durante el verano pasado a 3,6 millones de huéspedes (60 millones en todo el mundo) en casas de particulares que cobran a cambio una tarifa. Nuestro país es ya el cuarto país del mundo más demandado como destino.

Sin embargo, hay otras muchas opciones menos conocidas y muy llamativas, que demuestran cuántas buenas ideas surgen en las mentes inquietas de los emprendedores y qué importante es tener a alguien que crea en ellas.

LetMeSpace, la web de los trasteros compartidos

La falta de espacio es algo ya asumido por buena parte de los habitantes de las grandes ciudades, para quienes un trastero puede llegar a convertirse en un bien de primera necesidad. Para cubrir sus necesidades y también las de aquellos que quieran ganar un dinero extra, la plataforma online LetMeSpace pone en contacto desde 2014 a particulares que tienen espacio disponible con aquellos que necesitan ese hueco extra para dejar algunas de sus pertenencias.

El coste varía en función del espacio y la localización, y la propia empresa se compromete a realizar el cobro y el pago en los cinco primeros días de cada mes mediante el proveedor de pagos MagoPay, lo que les permite no manipular ni almacenar datos bancarios. Para evitar disgustos, Letmespace tiene suscrito un acuerdo con la aseguradora FIATC Seguros y ofrece seguros tanto por impagos como por el valor de las pertenencias, en este caso de hasta 5.000 euros.

Parkfy: tienes un hueco en mi garaje

Otro tipo de espacio, en esta ocasión para dejar un coche, es el que ofrece Parkfy, una plataforma nacida también en 2014 que pone en contacto directo a los propietarios de plazas de parking con los usuarios que las necesitan de una forma puntual. Tiene su principal cuota de negocio, cómo no, en Madrid, donde nació, aunque presta servicio también en Barcelona, Málaga, Sevilla y Valencia y planea extenderse a otras ciudades. Según la propia empresa, esta práctica supone un ahorro del 80% respecto a la media de otro tipo de aparcamientos, ya sea en superficie o subterráneo.

La reserva de una plaza libre se puede hacer mediante una app disponible en Android y en iOS, ya sea por un día o más. Una vez hecha la petición, de entre todas las disponibles en la web, hay que esperar a que el propietario conteste y a partir de ahí cerrar el acuerdo. Como ocurre en negocios similares, dar un buen servicio es la mejor garantía de éxito. “Una vez realices tu primer alquiler, si tienes una buena valoración del conductor empezarás a recibir cada vez más peticiones de reserva. Si eres amable, educado y profesional, tu buena reputación te reportará muchos beneficios”, afirman en Parkfy.

Relendo: alquilo cámara para una celebración familiar

Un tercer ejemplo es el de Relendo, bautizado como el “Airbnb” del sector audiovisual, y que propone el alquiler entre particulares fundamentalmente de cámaras de fotografía y vídeo, aparatos electrónicos o instrumentos musicales, todos ellos muy caros y que, en ocasiones, solo se necesitan para un momento puntual, ya sea una celebración familiar o un proyecto profesional.

Al igual que en casos anteriores, un seguro de hasta 5.000 euros ante cualquier incidencia y la posibilidad de conocer la fiabilidad de clientes y propietarios buscan aportar seguridad a unos y otros.

Sharecom, la versión moderna del “pagamos a escote”

El último ejemplo es posiblemente el más original de todos porque en esta ocasión no sirve para alquilar cosas materiales, sino para abordar algo tan inmaterial, pero importante, como es decidir quién y cómo paga la cuenta. Se trata de Sharecom, una aplicación de móvil dirigida a millennials, y que ha sido la ganadora del Master Challenge de Banco Santander y The Valley.

Esta aplicación móvil permite compartir los costes de forma sencilla y segura, independientemente de la entidad bancaria a la que pertenezca cada uno de los integrantes del grupo. Es la primera herramienta en automatizar el proceso de pago abarcando clientes de bancos distintos, una situación de lo más habitual.

Las claves de la economía colaborativa

En todos los casos se cumplen a la perfección los tres requisitos imprescindibles en este tipo de proyectos, que resumen los expertos de EAE Business School: que se base en la colaboración mutua (yo tengo algo que tú necesitas y viceversa), que sea un modelo sostenible (antes de tirar algo presta, alquila o comparte) y que sea disruptivo, es decir, que rompa esquemas, cambie las estructuras y plantee nuevas necesidades y servicios. No en vano, los economistas están convencidos de que, más allá de modas pasajeras, estamos ante un modelo llamado a cambiar la forma de entender la propiedad y el consumo.

Hoy en día, lo importante ya no es tener los bienes en propiedad, sino poder acceder a ellos en un momento puntual y con unas mínimas garantías de seguridad. Esto se consigue gracias a dos aliados fundamentales que, a simple vista, no pueden ser más opuestos: la palabra de una persona (cliente o prestador del servicio) y la tecnología.

La primera sirve, a través del imprescindible apartado de “opiniones” presente en todos estos servicios, para chequear la fiabilidad de aquel que ofrece un servicio o producto. La segunda garantiza que el cliente pueda saber en todo momento las características de lo que va a adquirir y las intenciones de aquel que está detrás de la operación.

Poco importa, en definitiva, si se trata de compartir coche, casa, garaje o gastos. Lo importante es que la economía colaborativa parece no tener límites y, sobre todo, ha llegado para quedarse.