Historia

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La Guardia Civil, ahora más que nunca

Guardia Civil entre 1892 y 1930
Guardia Civil entre 1892 y 1930 larazon Aurelio Polentinos

Se cumple el Sesquicentenario del fallecimiento del duque de Ahumada y el 175 aniversario de la fundación de la Guardia Civil. Don Francisco Girón tuvo que atender, con sumo cuidado, a los múltiples aspectos materiales de un plan, tan difícil, como el que requería la creación de la fuerza capaz de asegurar el orden y el cumplimiento de la ley; la libertad de las personas y la seguridad de sus bienes en todo el territorio nacional. Sin una institución debidamente preparada para tan exigente labor, el Estado venía siendo poco más que una entelequia, una mera formulación retórica. Pero, por encima de los obstáculos de cualquier tipo que hubo de vencer, el fundador se volcó, especialmente, en la formación espiritual de las personas que habrían de formar parte de la Guardia Civil; empezando por los mandos, que modelarían a los guardias y a todo el personal en sus diversas escalas. En este último punto radica, sin duda, el elemento clave para el éxito alcanzado. Los primeros jefes y oficiales, bien conocidos y seleccionados por Ahumada, supieron transmitir a sus hombres los valores característicos de la Guardia Civil. Una ética cimentada en el honor, como referente esencial y constante, marcaría el rumbo a seguir. La función de liderazgo, concebida por el fundador y desarrollada de forma magnífica por los mandos, cuajó en un espíritu de Cuerpo, sin el cual la labor encomendada hubiera sido imposible. El análisis de esa tarea formativa aparece expuesto, con claridad, en un libro del cual es autor el coronel Martínez Viqueira, titulado “Hombres de honor. El duque de Ahumada y la fundación de la Guardia Civil” (La Esfera de los Libros, 2019). Paso a paso, encuadrada por su Reglamento para el Servicio y su Reglamento Militar, la Guardia Civil fue dando muestras fehacientes de sus posibilidades. Faltaba, sin embargo, una especie de plus ultra en consonancia con las pretensiones de Ahumada, un código de conducta en el que aparecieran recogidas las cualidades morales específicas de sus componentes. Este propósito dio origen a la Cartilla de la Guardia Civil, un prontuario de vida, sencillo en su formulación, que recoge el compromiso de los miembros del Cuerpo, consigo mismos y con los demás. Ni dejaba, ni deja, resquicio alguno para la duda: «El honor ha de ser la principal divisa del Guardia Civil; debe, por consiguiente, conservarlo sin mancha. Una vez perdido no se recuperara jamás». Así los guardias y sus mandos han de ser, y salvo raras excepciones lo son, hombres de honor. Un ejemplo, ayer y hoy, acaso ahora en mayor medida que nunca. A la Guardia Civil corresponde atender a su cometido con el mayor esmero, buscando siempre la superación que se obtiene con la obra bien hecha. Así ha sido desde sus orígenes hasta nuestros días, con lealtad y eficacia probadas. Ciento setenta y cinco años de caminar a impulsos del honor han producido excelentes resultados. Y así se sigue haciendo camino. En estos momentos los desgraciados atropellos a la libertad de las personas que se sufren en Cataluña, a impulsos de políticos delincuentes, con el auspicio de un Gobierno incapaz de cumplir sus obligaciones constitucionales, el ejemplo de la Guardia Civil resulta, una vez más, paradigmático del espíritu forjado a lo largo de su historia. Su actitud, su disciplina, su capacidad de sacrificio, aún en condiciones deplorables, contrasta con la impúdica actuación de quienes solo buscan el medro personal y partidista a cualquier precio. Engañados repetidamente por promesas incumplidas, sometidos a directrices políticas que coartan su capacidad profesional, obligados a soportar impávidos las agresiones de los energúmenos que campan a su antojo, ofrecen un comportamiento admirable para la mayoría de los ciudadanos. Frente a quienes provocan y toleran una calamitosa imagen de España se alza la figura de la dignidad, encarnada en esos guardias civiles. La Guardia Civil, fiel a cumplir y hacer cumplir el orden y la ley, como valores que dan sentido a su existencia, proclamados con entusiasmo en su himno, ha recorrido un largo camino al servicio de nuestro país. En estos instantes difíciles lo vuelve a hacer; sin alharacas, sin «postureos», con el esfuerzo que sea necesario. No olvidamos el brillante trabajo de otros cuerpos de seguridad, como la Policía Nacional y algunos Mozos de Escuadra, que nos hacen recordar el viejo dicho: «...qué buen vasallo si hubiera buen señor». Pero hoy, como ayer, contra las acometidas de quienes pretenden romper la convivencia pacífica e imponer sus deseos por la fuerza, se alza, sobre todo y como siempre, el escudo de la Guardia Civil. Sí cabe «ara mes que mai».