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Benedicto XVI: «El perdón no sustituye a la justicia»

El Papa explica que los ataques contra la Iglesia «no vienen sólo de fuera, sino del pecado que existe dentro de ella» y propone «re-aprender la penitencia»

Unas 200.000 personas participaron en la misa del Terreiro do Paço, en Lisboa, junto al río Tajo
Unas 200.000 personas participaron en la misa del Terreiro do Paço, en Lisboa, junto al río Tajolarazon

MADRID-A bordo del avión que le llevaba a Lisboa ayer por la mañana, Benedicto XVI respondió, con naturalidad y sin papeles, a las preguntas que los periodistas le plantearon acerca de una posible relación entre las revelaciones de la Virgen en Fátima y los escándalos de abusos sexuales en la Iglesia. El Papa, que en el año 2000 analizó el llamado «tercer secreto» de Fátima, un texto de la hermana Lucía que hablaba de las sangrientas persecuciones contra los cristianos en el siglo XX, admitió que hoy se pueden ver nuevos significados. «En cuanto a las novedades que podemos descubrir hoy en este mensaje es que no sólo de fuera llegan los ataques al Papa y a la Iglesia, sino que los sufrimientos de la Iglesia vienen precisamente del seno de la Iglesia, del pecado que existe en la Iglesia», afirmó. «También esto se sabía desde siempre, pero hoy lo vemos en un modo realmente terrorífico: que la mayor persecución de la Iglesia no viene de los enemigos de fuera, sino que nace del pecado de la Iglesia. Y que la Iglesia, por tanto, tiene una necesidad profunda de re-aprender la penitencia, aceptar la purificación, aprender el perdón pero también la necesidad de justicia. El perdón no sustituye a la justicia. Debemos aprender esto tan esencial: la conversión, la oración, la penitencia, las virtudes teologales». Y añadió: «Siempre que el mal ataca, ataca desde dentro y desde fuera», aunque, precisó, «las fuerzas del bien están presentes, al final el Señor es más fuerte que el mal y la Virgen, para nosotros, es la garantía». Las palabras finales del «tercer secreto» de Fátima describen «dos ángeles con sendas jarras de cristal, que recogían la sangre de los mártires y regaban con ella las almas». En su análisis del año 2000, el entonces cardenal Ratzinger lo explicaba así: «es una imagen de esperanza, ningún sufrimiento es vano y, precisamente, una Iglesia sufriente, una Iglesia de mártires, se convierte en señal orientadora para la búsqueda de Dios; del sufrimiento de los testigos deriva una fuerza de purificación y de renovación». Éste será uno de los temas que el Papa sin duda retomará hoy por la noche, en los actos de oración en Fátima y en la misa de mañana en el santuario mariano. Por lo demás, en Portugal apenas se han dado casos de abusos sexuales y cuando se habla de «crisis» todo el mundo piensa en la desastrosa situación económica, por lo que el Papa va a centrar muchas de sus intervenciones en los temas de justicia social y económica que, para él, siempre van ligados a la defensa de la vida y la familia. En los tres últimos años, el Gobierno socialista de José Sócrates ha implantado en Portugal una Ley que agiliza el divorcio (similar al «divorcio exprés» español), una Ley de aborto libre por plazos (con los mismos «coladeros» que la Ley española) y el «matrimonio de personas del mismo sexo» (aunque sin derecho a adopción). Mientras el Tribunal Constitucional español, después de cinco años, aún no se ha pronunciado sobre el «matrimonio homosexual», el portugués dictaminó el mes pasado que era algo «constitucional» porque se trata de «una evolución de la institución». La Iglesia y los grupos pro-familia respondieron que, con ese mismo argumento, se podría aprobar la poligamia y cualquier otra forma de unión.Tradicionalmente, el laicismo ha sido fuerte en Portugal (el Papa en el avión recordaba las campañas del Marqués de Pombal contra los jesuitas en el siglo XVIII) y el sur del país ha sido poco practicante. En los últimos años, se han descristianizado las zonas urbanas y la población joven.

Miles de jóvenesAún así, las multitudes se agolpaban ayer para saludar al Pontífice a su paso en «papamóvil» por las calles de Lisboa. Poco antes de la misa de la tarde, los jugadores del Benfica Nuno Gomes y Rui Costa regalaron al Papa una camiseta de su equipo con el nombre «Bento 16». Un grupo de diez mil jóvenes del movimiento «Eu acredito» («Yo creo») entró cantando y desfilando en el enorme espacio del Terreiro do Paço, donde se celebró la misa vespertina con unos doscientos mil participantes. Muchos la siguieron desde el río Tajo, subidos en más de cien embarcaciones. Entre los asistentes, además de miles de peregrinos españoles, estaba el cardenal de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, que viaja en el séquito papal.

Cuatrocientos sacerdotes concelebraron en latín y portugués y se repartieron 40.000 formas en la comunión. El Pontífice pidió a los católicos seguir el ejemplo de los santos, dar ejemplo de identidad cristiana en Europa y evangelizar en la familia, la cultura, la economía y la política. Por la mañana, el Papa visitó el Monasterio de los Jerónimos, una joya arquitectónica, y el Palacio de Belem, residencia del jefe de Estado portugués, el católico Aníbal Cavaco Silva. Allí saludó a su familia (tiene cinco hijos) e intercambió regalos con este líder histórico del centro-derecha, que aún podría vetar la nueva ley de «matrimonios homosexuales», aunque el Parlamento levantaría el veto con facilidad.