España

Diluidos

La Razón
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Lo siento por Alfredo Pérez Rubalcaba. Bueno, lo siento con la boca pequeña, sinceramente. Pero tengo la sensación de que el apoteósico éxito de la JMJ y el Papa Benedicto XVI en Madrid ha sido el principio del final de sus perroflautas. Ridículo total. El Papa los borró del mapa. Dos millones de personas en una misa no es asunto baladí. Lo que queda de ese movimiento mayero dará la tabarra hasta las elecciones, pero ya sin el apoyo de los incautos y los tontos útiles. «Los de Rubalcaba», como son conocidos en los ambientes policiales, se han diluido en la marea de esperanza de la JMJ. Hasta el Gobierno ha reconocido los beneficios espirituales y beneficios de la presencia del Santo Padre en Madrid. Ni Juan Pablo II consiguió reunir a su alrededor a tantos jóvenes. Las imágenes que se han ofrecido en los medios afines al anticlericalismo de los perroflautas se me antojan estremecedoras. La mitad de ellos son de mi edad, siglo más o siglo menos. Para mí, que algunos de ellos, en plena Segunda República, fueron de los que incendiaron las iglesias de Madrid y calcinaron centenares de obras de arte. «Los de Rubalcaba» han hecho el canelo con su camelo. (Me adelanto a los aplausos por mi ingeniosa frase y quítome el sombrero jipijapa en mi honor. Gracias). En esta concentración multitudinaria de jóvenes y voluntarios se ha demostrado algo que siempre se ha puesto en duda. Que Dios es alegre. Porque mayor y más unánime alegría no se ha dado jamás en Madrid ni en España. Una alegría acompañada del sacrificio, del sol candente, de la tormenta, del insomnio, del cansancio, de las ampollas y los desvanecimientos. Ni un solo gesto de ira o de rencor en dos millones de seres humanos. Un milagro. Y más aún si se produce en España. «Los de Rubalcaba» están tan desanimados, tan desvencijados, tan desencuadernados, que cualquier día de éstos van a cerrar la tienda. Quedan los restos, que darán la tabarra, pero con escaso convencimiento. Resulta patético el interés de algunos políticos socialistas en dorarles la píldora para conseguir un puñadito de votos. Si de sus voluntades democráticas –que no las tienen–, depende el éxito socialista en noviembre, muy menguada cosecha les auguro. El desconcierto se ha establecido entre ellos. En la Iglesia caben todos, pero no me figuro a los centenares de miles de jóvenes españoles que acudieron a la Misa de Cuatro Vientos confiando su futuro a los mismos que desprecian sus creencias y destrozan sus futuros. Y ahí había más votos que en el guateque áspero de los perroflautas, cuyo mensaje más profundo y coreado fue el de «Esta mochila me la he pagado yo», que manda huevos, escrito sea con la amnistía de mis lectores.
La resolana que ha dejado la visita del Papa no se enfría. Madrid y España necesitaban este impulso propio y ajeno. La mayoría coincide en el veredicto. Éxito clamoroso de la JMJ y fracaso ridículo de quienes pretendieron boicotear la visita del Papa con insultos y violencia. Una pasajera y burda anécdota. Victoria de la paz y la concordia y derrota del rencor y la burricie. «Los de Rubalcaba», ya abandonados por los que pertenecieron a la movidilla llevados de su ingenuidad, son los que son y punto. Muy pocos, nada edificantes y aún en busca de su primera idea. En fin, que las cosas, con paciencia, siempre encuentran su sitio y ahí permanecen. Y lo falso, se diluye.