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Sobre ruedas

La Razón
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EsEstados Unidos es un lugar para recorrerlo en coche. Es la tierra de las road movies, las películas de carretera, una tierra atravesada de costa a costa por célebre ruta 66, el camino iniciático que te lleva directamente al corazón americano. Pero no hace falta irse a Las Vegas. Cualquier trayecto en coche es ya, de suyo, una experiencia de contacto con la América auténtica. Porque, sin duda, una de las esencias de este país es el automóvil y todo lo que le rodea. Cualquier cosa imaginable puede hacerse aquí desde el coche. Por supuesto, comprar hamburguesas, donuts o cualquier tipo de comida, pero incluso dejar el correo o hacer transacciones bancarias en una ventanilla a lo McDonalds. La cosa es no bajarse del coche. Allí dentro se asiste a la película definitiva, a la experiencia más cinematográfica de todas, por encima de todo lo que he comentado hasta ahora en esta columna. Y es que el coche es quizá uno de los escenarios centrales del moderno cine americano. No hay película que se precie que no tenga varias escenas memorables en el coche. El coche como lugar de conversación (con un conductor que nunca mira a la carretera), la amenaza constante de la policía, el famoso descanso en el motel de carretera o, por supuesto, el típico restaurante en medio de la nada en el que una camarera a la que la vida parece no haber tratado demasiado bien no cesa de servirte un mejunje semejante al café. Todos esos estereotipos son mucho más reales de lo que uno se imagina. Aunque sea difícil de creer, el cine americano es tremendamente realista. Y las cosas que vemos en las películas son tan comunes y corrientes como La venta del Olivo o el restaurante La Machacanta.