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Una de las cosas que más echaré de menos del verano serán, sin duda, programas de televisión como «Ola, Ola» (Cuatro) o «Arena Mix» (Antena 3), verdaderos estudios antropológicos acerca de la fauna que puebla las playas y los lugares de vacaciones durante los meses de calor. Aunque es posible imaginarse lo que va a aparecer por la pantalla, la realidad supera siempre con mucho las expectativas creadas, y enseguida le entra a uno la vergüenza ajena, que afortunadamente culmina en un distanciamiento crítico necesario para no borrarse definitivamente de la especie humana. Entre las cosas más sorprendentes está lo que podríamos llamar «pulsión de desfase», una suerte de tendencia a mostrar una alegría desbocada y una sobreactuación desmedida en el momento en el que aparece por algún lugar una cámara de televisión. La entrada en escena de la cámara pone en juego el desfase más absoluto, haciendo que todo el mundo se «salga de madre», como si tuviera que exteriorizar toda la diversión que supuestamente está dentro de su cuerpo. Una diversión que, por lo general, se traduce en una pulsión sexual extrema, de modo que, ante la cámara, se producen toda clase de stripteases improvisados, restregones obscenos, convulsiones corporales peligrosas y lengüeteos varios sólo recomendados para mayores de dieciocho años. Movimientos rituales todos acompañados de cánticos rituales del tipo: "uuuuuu"o "fieesstaaaaa", pronunciados a modo de mantra para afirmar que la diversión y las vacaciones son una liberación. Un grito y un ritual que, bien pensado, más que conjurar el duende del buen rollo, pretende, sobre todo, alejar los malos espíritus del trabajo y la rutina. Espíritus que, por mucho que a uno le pesa, ya nunca más podrán ser expulsados del cuerpo.