Salamanca
Gómez: regreso al pasado
«Presidente, presidente». Pasan las ocho y media de la tarde y Tomás Gómez se baja del asiento del copiloto de su coche. Los vítores le sacan una sonrisa y se acerca a los más jóvenes. ¿Cómo está esa juventud? Choca manos y da abrazos. Acaba de llegar a la Agrupación del Barrio de Salamanca. Su último acto del día y aunque parece cansado, el talante le aguanta.
Su jornada comenzaba casi doce horas antes. A primera hora se reunía con pequeños y medianos empresarios. Citó a la Prensa a las once en la sede del PSM de Callao. A las once y cinco, los técnicos ajustaban el volumen de los micrófonos. Parecía que iba a aparecer, perno nada más lejos. Casi una hora después, hacía su entrada. Sin pedir disculpas, iba directo al grano. Datos económicos y velados ataques a Trinidad Jiménez. Fue incapaz de descalificarla, pero sí dejó claro que si se hubiesen hecho debates, se sabría qué tiene Tomás que no tiene Trini. La anécdota de la rueda de prensa la protagonizó una altísima y rubísima reportera de Telecinco a la que no dejaron preguntar por separado. Con mucha gracia, se excusó: «Era para no molestar». Fue la única que consiguió de Tomás una carcajada. Que el PSM está de primarias lo sabe todo el mundo, pero es que además se palpa. Los nervios se respiran en la sede y en los más estrechos colaboradores. Eso sí, entre los que comparten ascensor con Gómez su presencia no llama tanto la atención como la de Santiago Segura por Callao. Una pena para Tomás que poco antes de las seis y media de la tarde ya estaba en la Agrupación de Vicálvaro.
Fotos con niños, mayores con bastón y una «legión» de jóvenes que le sigue allá donde va. Estos cuasi adolescentes parecen haber encontrado en Tomás un líder al que seguir cual «groupies».
Una de ellas, llegó con los apuntes y lleva a su «presidente» hasta a clase. «He tenido una con el profesor», les cuenta a sus amigos. «Pues no sabes cómo se ha metido con los socialistas».
Los aplausos más sonoros se los lleva Tomás cuando menta a Felipe González. El impuesto a los bancos y a las rentas altas también gusta. Tira también de su pasado. «Mi madre se ha fregado de Parla a Madrid y de Madrid a Parla. Mi padre trabajaba de taxista y no tenía licencia en propiedad». La historia funciona y la gente se identifica con él. Más aplausos y más pasado. La guerra civil cala en una militancia envejecida que contrasta con la fuerza de la juventud con la que Tomás, siempre distante, choca manos.
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