Sevilla

«Paliza» (cuasi) mortal a la hostelería

«Sonría, mañana puede ser peor». Después de tres años de crisis, el sector hostelero creía estar ya en «lo peor», pero 2011 ha traído un par de «regalitos» a los bares, restaurantes y pubs del centro de la ciudad –la Ley Antitabaco y el cierre al tráfico del casco antiguo– que agravan aún más la mala situación que atraviesa la hostelería en Sevilla.

 
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Una última «paliza» para las cajas de caudales que, además, se combina con la tradicional «cuesta de enero», acusada todos los años en los bares.

Agustín Galiño, dueño de Casa Cuesta, cifra la caída de ventas en un 20 por ciento en bares y restaurantes. «Y ésos son los que se salvan, en otros sitios han bajado un 50 por ciento», apostilla. Si bajan las ventas, baja el personal. Un círculo vicioso. Agustín ha tenido que prescindir de uno de sus empleados y lamenta que esta situación no contribuya al fomento del trabajo. En el mesón Cinco Jotas, José Luis Marcos considera una «vergüenza» la Ley Antitabaco, cuya redacción primigenia les obligó a reformar su comedor. Después de aquel «pico», una nueva «paliza», señala. «Cualquier bar lo está notando, sobre todo a la hora del café». En Doña Carmen, calle San Eloy, han acusado un menor flujo de clientes en los desayunos. «Las chicas que trabajan en las tiendas vienen menos», aseguran.

César, encargado de la Alacena de San Eloy, prefiere ser prudente a la hora de valorar el impacto de la Ley y del «cierre del centro». «Sí se nota un poquito, pero no sabemos si es por la cuesta de enero». Todos los comercios consultados admiten que enero y febrero son malos meses para su negocio, pero temen que la remontada esperada no llegue en iguales términos que años anteriores. Rogelio Gómez, dueño de la Flor de Toranzo, admite que su establecimiento no ha acusado mucho el descenso, pero carga contra la Ley Antitabaco –«una cortina de humo para la crisis»– y el cierre del tráfico, ejecutado por un «concejal de ‘Inmovilidad'» que está «matando» el casco histórico.

El «bajón» afecta de manera desigual. Los bares y restaurantes del entorno inmediato de la Avenida de la Constitución salvan la cara gracias a su clientela preferentemente extranjera. Miguel Gago, de La Taberna, señala: «Si me apuras, incluso estamos vendiendo un ‘pelín' más».

Por contra, pubs y discotecas se están resintiendo de forma más acusada. Manuel Ruiz, encargado del Trinity, no se atreve a dar cifras, pero asegura que «a simple vista ha bajado considerablemente; el local se sigue llenando, pero no como antes». Buena parte de la clientela está optando, mantiene, por consumir en el negocio de enfrente, Blanco Cerrillo, concretamente en sus mesas exteriores. Los bares de alrededor confirman esta tendencia. Rogelio, de Casa Cuesta, explica: «En el Bestiario ya hay dos colas: hacia un lado, las de quienes quieren entrar, hacia el otro, una larga fila de gente fumando fuera».