En busca del tiempo perdido

Un director de cine americano decía que una buena película tenía que empezar por un terremoto y seguir en intensidad. Así es la tercera novela de Alejandro Zambra: inicia la acción narrativa durante el terremoto de 1895 y termina en el reciente terremoto chileno. Y es que un terremoto lo altera todo y cambia la forma de actuar de los adultos, o por lo menos eso piensa el personaje niño que, de repente, se ve en un jardín, a la luz de las hogueras, y conoce a unas parientes de un enigmático vecino, que aparentan ser su hermana y la sobrina. Ésta, Claudia, será su amor de niñez y, al mismo tiempo, protagonista de la novela que está escribiendo ya de adulto, cuando aparece el segundo terremoto y triunfa Piñera en las elecciones.

Zambra, con un magnífico lenguaje, a la sombra de Carver (precisión, tristeza, crueldad, ternura) nos habla de un novelista que intenta recobrar el tiempo perdido, quizá de alguna manera como la sociedad que le rodea. De un niño que vive bajo Pinochet en una familia que no se compromete con la lucha social, que no son de los «buenos», pero que forman parte de esos millones de personas que, bajo las dictaduras, intentan criar a sus hijos, comprarse coches cada vez mejores, que nunca figurarán en las lápidas de los héroes ni recibirán homenajes. Hace poco, Skármeta también publicó «Los días del arco iris», donde otro niño enamorado nos muestra su mirada sobre el Chile pinochetista.

Las dictaduras, con su empeño en mantener a los súbditos en un estado infantil, son como enormes complejos de Edipo respaldados por las armas. Luego, viene el viento de la historia del que hablaba Benjamin y levanta todas las hojas caídas del escenario. Zambra nos muestra cómo las trampas de Claudia van en paralelo a las redes perdidas de M, su ex mujer, que también forma parte de esa realidad sospechosa, traidora, culpable.

«Formas de volver a casa»
Alejandro Zambra
Anagrama
164 páginas. 15 euros.