Baloncesto

Londres

Derrotados y orgullosos

La medalla de plata dolió a los jugadores tanto como la de Pekín hace cuatro años (107-118). Los Príncipes les felicitaron uno por uno

Doña Sofía, Don Felipe y Doña Letizia vibraron con España
Doña Sofía, Don Felipe y Doña Letizia vibraron con Españalarazon

Londres- Los peores presagios españoles en la final del baloncesto, lo más lustroso del último día de Juegos, no eran una derrota, sino una derrota bochornosa. Los antecedentes de Estados Unidos y España en el torneo sugerían un varapalo brutal y una humillación sin paliativos de los «Scariolo boys». Los yanquis habían ganado todos los partidos y sufrir, lo que se dice sufrir, casi ni contra Lituania. Al resto, una paliza tras otra; una superioridad abrumadora; una selección con más banquillo que el Madrid y el Barça –de fútbol– juntos. Los españoles sumaron dos derrotas, contra Rusia y Brasil, y ni su juego ni su puntería invitaban al más moderado y humilde optimismo. Pensar que el choque se podía terminar en el primer cuarto no era una exageración… Fue un pronóstico erróneo. «La Roja» compitió, disputó un encuentro memorable; pero no fue infalible, y eso contra el «Dream Team II» cuesta el oro.
De nuevo en el graderío del O2, la Reina y los Príncipes; Miguel Cardenal, Alejandro Blanco, Pepe Sáez… El todo Madrid, en Londres. David Cal, Saúl Craviotto, Sete Benavides, Cubelos, Brigitte Yagüe, Joel González, Ona Carbonell, más chicas de la «sincro» y del waterpolo, federativos, una representación española de lujo para animar a la Selección. Y además, Jacques Rogge, el presidente del COI; Arnold Schwarzenegger, un «Terminator» que podía haber frenado los ímpetus bélicos de LeBron, cuando partió la ceja a Pau –origen del ocaso–; David Beckham; los rusos del baloncesto, prestos a recibir su bronce, y un ambiente de gala que prometía el mayor espectáculo del baloncesto mundial si España colaboraba. Colaboró y fue protagonista. Porque de la humillación pronosticada, si los norteamericanos se lo tomaban como algo personal, y se lo tomaron, se pasó al equilibrio, al sueño que tendía a hacerse realidad, al gran partido de la Selección, que para ganar a estos figuras necesita ser infalible. Rozó la perfección y no fue suficiente. El 27-35 del primer cuarto, ya casi como el de Pekín (31-38), pero los dos siguientes entusiasmaron. Recuperó 7 puntos en el segundo, empató en el tercero y entró en el decisivo con 82-83. Se notaba la mano de Navarro, hasta que la fascitis plantar no le dejó; se apreciaba la imponente presencia de Pau Gasol, que se merendó a los americanos en el tercer cuarto; la constancia de Ibaka y que Rudy, Marc y Sergio Rodríguez colaboraban en la suma; aunque al primero le costó cuatro intentos hacer un triple. Ése no es el problema de Durant, demoledor.
Vibraban los españoles en el O2, empezando por el Príncipe, porque se veía el milagro, que es lo necesario frente a tipos como Durant, Bryant, LeBron o Paul, que encestan aunque tiren desde su casa. Si a ello se unen determinadas decisiones de los árbitros –un brasileño, un griego y un australiano–, protestadas por los españoles, pese a que Marc le restó la importancia que Reyes sí le concedió, y más todavía por el público, el hipotético triunfo rojo podía equivaler a caminar sobre las aguas.
De cuando en cuando se escuchaba el átono «iu es ei» y a menudo, el animoso «¡España, España!» y «¡a por ellos, oé!». La empresa era gigantesca y dos tiros al aro situaron a los americanos en el tren de Villadiego. Una vez que se escaparon, fue imposible devolverlos al redil. Lo supo Scariolo y a falta de 37 segundos dio entrada a San Emeterio, Claver y Sada. El partido fue histórico; la derrota, honrosa (100-107), y menos abultada que la de Pekín (107-118).


Rajoy, orgulloso
El presidente del Gobierno envió un telegrama a los miembros de la Selección para felicitarlos por su actuación en la final. «El esfuerzo, el talento y la perseverancia que demuestra este equipo llena de orgullo y alegría a todo el país».