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Fin a los experimentos por Alfonso Merlos
España tiene prisa. Hay mucho que hacer en poco tiempo, y hay que hacerlo bien. O sea, hay que revertir la tendencia y los resultados deplorables de la ruinosa gestión de los socialistas. Rajoy sabe, como la mayoría absoluta de los españoles, que sobre este país no ha caído ninguna maldición, ni hemos sido víctimas de una endiablada carambola, ni las cartas o la fortuna, por no se sabe qué designios, nos han dado la espalda. Con la colección de mediocres ministros que hemos padecido, impuestos por cuotas y sexos, tenemos lo que merecemos. De ahí que el presidente del Gobierno haya dicho más de lo que parece al afirmar que se ha limitado a rodearse de «competentes». En efecto, llegue antes o después, la remontada no puede ser sino capitaneada por quienes tienen una calidad superior. No sólo porque tendrán gracias a sus méritos un singular aprecio, estima y respaldo de la opinión pública española. Esencialmente, porque estarán capacitados para conducir la política por los derroteros que desembocan en más bienestar, más prosperidad, más libertad. Rajoy ha abierto buenos cimientos y ha fijado rocosos pilares sobre los que reconstruir casi de cero un edificio desmoronado. Y ha demostrado ser perfectamente consciente de que una nación vieja y respetable como la nuestra debe ser pastoreada, por la cuenta que a todos trae, por aquellos que sobresalen. Se han terminado, dicho sea con todos los respetos, los experimentos con «aídos» y «pajines». Sólo han degenerado en trastornos, excentricidades, desprestigio y miseria. Con humildad y sacrificio, los hombres y mujeres de este primer Gabinete reúnen por el contrario las condiciones para abrir una etapa de soluciones, credibilidad, autoridad, influencia y riqueza. ¡Falta nos hace!
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