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Parecía que el Tribunal Constitucional iba a oponerse a que decidir sobre una vida, aunque se tratase de la del propio hijo, fuera un derecho de la mujer. Liberalizar el aborto hasta la semana catorce de gestación e incluso hasta la veintidós si se detectan problemas en el feto, con la excusa de defender un derecho de la mujer, es un poco exagerado. Porque eliminar una vida es denunciable y tener que vivir la propia existencia con ese dañino sentimiento de culpa por haber cortado el destino de alguien sin que exista vuelta atrás es francamente doloroso. Y es que la mujer que aborta, se acaba arrepintiendo. Los derechos tienen que tener funciones más gratificantes como la de ofrecer confianza, seguridad, justicia... ¡No infundir dolor a quien lo ejerce! Pero eso importa poco a los que dicen defender a la mujer. Además, como dice el artículo 15 de la Constitución española, «todos tienen derecho a la vida». ¿Y si finalmente se admite el recurso por inconstitucionalidad? Lo que tiene que quedar bien claro es que la defensa de la vida va más allá de nuestras fronteras y no tiene signo político ni religioso. Llevarlo al debate partidista es absurdo. Además las leyes están para mejorar los países, respetar las normas y que sepamos que hemos de ser responsables, no para fomentar la irresponsabilidad y poder decidir sobre vidas ajenas.