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No es café es achicoria por Soldado Ryan
El gran Thomas Jefferson hizo que el preámbulo de la Declaración de Independencia de 1776 dijera que «todos los hombres son creados iguales». Pero no es cierto. «El hecho –señala Sartori– es que no sólo no somos iguales sino muy diferentes». Basta con echar un vistazo a los pirados de mi barracón y luego a los «ángeles» de Victoria's Secret. Evidente.
Así pues, la igualdad que los políticos manosean a toda hora en sus discursos no es otra cosa que una entelequia, una abstracción, un puto «constructo» quizás diría Freud, para sostenernos la atención, al tiempo que con la otra mano, como los ilusionistas, aprovechan para sacar conejos o pañuelos de colores de su chistera.
El caso es que los dirigentes andaluces llevan treinta años con esto mismo. Y no sólo les ha funcionado el truco, sino que el manoseo del concepto ha ido a más, hasta convertirlo en una pantomima igualitarista estúpida y sin significado. Alguien debería decirlo de una vez: esto no es café, es achicoria.
El texto de Jefferson es apenas un esfuerzo de raciocinio teñido de poesía, pero no la realidad. Para las derechas, lo real está siempre por encima de lo racional; en cambio, las izquierdas, entre ellas los marxistas, pretenden someterlo todo a la extremosa racionalidad de su visión partidista y exigen rigurosidad y coherencia hasta el final. ¿Aun a costa de ser insensatos? No, gracias.
Viene a cuento todo esto porque trato de explicarles a mis jefes en Atlanta cómo han llegado los sucesivos gobiernos de la Junta a este estado de desolación y corrupción en la dirigencia de la cosa pública. Hay dos errores clave que el PSOE ha olvidado. De un lado, que el enojoso concepto de igualdad, al cual han sometido en tres décadas incluso a vejaciones nauseabundas, de manera muy especial cuando le endiñaron el apellido «de género», debieron haberlo reservado para la única acepción noble del término, que es el de igualdad ante la ley, verdadera llave de la poética frase de Jefferson. Otro gallo cantaría con las subvenciones y los ERE de haber aplicado ese rasero, olvidado como poco desde Stalin.
El segundo gran error es haber confundido, cada vez más, legislar con gobernar. O lo que es lo mismo, haber transformado el aparato político en una simple maquinaria inflacionista de producción en cadena de organismos, decretos y reglamentos absolutamente inservibles en los que la Junta se compromete (sin aclarar cómo, con qué dinero y a mayor gloria de la nada) a promover, impulsar, fomentar, implementar, etc., cualquier idea abstrusa e invasiva de la vida de los ciudadanos. Buena prueba es que el Consejo Consultivo anduvo hasta ayer atascado con una bolsa de normas que Griñán envió a toda prisa para aprobarlas en su última reunión del próximo martes antes de las elecciones. A toda prisa. Por si acaso.
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