Río de Janeiro

Al margen de toda parafernalia por Carmen Gurruchaga

Al margen de toda parafernalia por Carmen Gurruchaga
Al margen de toda parafernalia por Carmen Gurruchagalarazon

La esposa de Mariano Rajoy, Elvira Fernández, es una mujer discreta que huye del protagonismo que le podría proporcionar el papel de «primera dama» y que prefiere seguir con su vida normal, al lado de su familia y sus amigos. Sin embargo, hace unos días, se subió al avión junto a su marido en lo que resultó ser su bautismo en un viaje oficial como esposa del presidente del Gobierno. Acompañó al jefe de Gabinete en un asunto trascendente para la delicada situación de España: la cumbre del G-20 que iba a celebrarse en Los Cabos, Baja California. Y es que la presencia física de Viri hace que Rajoy se sienta apoyado, pues, según afirman quienes conocen a la pareja, ella es una persona inteligente, con buen carácter, sentido del humor, que le proporciona tranquilidad y en cuyo criterio confía. El viaje continuó en Río de Janeiro para asistir a la conferencia sobre desarrollo sostenible Rio+20, donde se reunió con los principales líderes mundiales, como los presidentes de China, Hu Jintao, Brasil, Dilma Rousseff, y Rusia, Vladimir Putin, y después a Sao Paulo para acudir a un acto gubernamental. En Brasil, Elvira Fernández pudo participar en una serie de actividades del programa que la presidencia brasileña había diseñado expresamente para las esposas de los mandatarios mundiales que acudían a la cita.

Durante los años que llevan casados y desde que iniciaron su relación en 1992, cada miembro de la pareja ha desarrollado su actividad laboral independientemente, excepto en esta última campaña electoral, en la que ella pidió un permiso sin sueldo en Telefónica, empresa en la que prestaba sus servicios profesionales, para poder acompañar al entonces candidato popular a los actos electorales. De hecho, fue Viri quien contribuyó de manera importante a que la imagen de Rajoy pareciera más moderna, más jovial y menos hierática.

Tras ganar las elecciones generales por mayoría absoluta, se la pudo ver feliz besando al ganador en el balcón de Génova. Semanas más tarde, se les acabó al menos temporalmente la vida familiar habitual, pues el matrimonio tuvo que trasladarse, junto a sus dos hijos y un perro que les regalaron unos amigos a residir en La Moncloa. Desde entonces su perfil bajo ha sido una constante y prefiere llevar a los chicos, de 13 y 7 años, al colegio inglés de Pozuelo, que fomentar su imagen mediática al lado de su marido.
 
Pero quizá este primer viaje oficial, unido a su participación, también por primera vez como invitada oficial, en un acto público al que acudió con motivo de la inauguración de la exposición del pintor Hopper en el Museo Thyssen de Madrid pueda ser el inicio del despegue de su imagen pública y se la pueda ver con mayor frecuencia en ese papel. Sin embargo, quienes la rodean afirman que Elvira Fernández rehúye las cámaras y que no quiere que la enfoquen porque no se siente protagonista, pero probablemente sea esa escasez de imágenes suyas lo que provoca que cada vez que aparece todos los focos recaigan sobre ella. De hecho, sólo ha participado en público en ocho ocasiones y cuentan que su reserva es tan grande que se molestó porque su boda, en 1996, fue noticia en algunos medios de comunicación.

Está claro que la mujer de Rajoy no pertenece a ese grupo de primeras damas que están encantadas de ser fotografiadas al lado de sus maridos, en los actos oficiales, pues ella desea fervientemente que sus hijos sigan percibiendo el mismo núcleo familiar de siempre; algo muy complicado debido a toda la necesaria parafernalia que rodea a un presidente del Gobierno.