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Firmes y derechos por Pablo Colomina
En un tiempo no muy lejano en el Congreso de los Diputados se oían con frecuencia citas de Pericles, Plantón, Aristóteles, Cicerón, San Agustín, de Dante y Petrarca, Gómez Manrique, Nebrija y Cervantes, de Hobbes, Montesquieu, Rousseau y Kant, de Valle Inclán y Miguel de Unamuno. En sus sesiones se disertaba sobre historia, gramática, filosofía, semántica, sociología, teología y desde luego también de derecho político, constitucional, internacional público y privado, y como no, de derecho romano.
Fue un periodo en que si se discutía sobre la mayoría de edad de los españoles se acudía a la Historia de Roma. Si de lo que se debatía era de extradición se traía a colación el primer Tratado de extradición entre el «Emperador Ramsés de Egipto y el reino hitita». Si lo controvertido era la titularidad del derecho a la vida, la senda recorrida iba desde Roma hasta Ortega y Gasset. Si la disputa alcanzaba a la libertad religiosa, la dialéctica se sustentaba en la declaración del Concilio Vaticano II o en la obra de Antonio Montero. Y si la reflexión llegaba a la regulación de la Corona, la erudición permitía disertar sobre la naturaleza e importancia del Consejo Real en la Edad Media o traer a colación la obra del humanista valenciano Furió Ceriol.
Era ese un tiempo en que hasta las paredes del Congreso se deleitaban al resonar en ellas citas de autores extranjeros en perfecto francés o inglés, o con el eco de proclamas sobre el funcionamiento del referéndum en la práctica del Derecho Británico.
Fue un momento crucial para la historia de España, del que somos deudores y cuyo patrimonio debemos conservar. Una época en que la excelencia tenía una referencia y un ejemplo excepcional en Don Manuel Fraga, que junto con los demás ponentes constitucionales, fueron conscientes de la responsabilidad que les atribuía la historia: la elaboración – utilizando las propias palabras de don Manuel– de «un proyecto sugestivo de vida en común». Y para lograrlo, era necesario –como evocó don Manuel Fraga en el debate constituyente–, tener presente aquellos versos inspirados de Gómez Manrique, a la puerta de las Casas Consistoriales de Toledo, que seguían y siguen en pleno vigor:
"Nobles, discretos varones…/ Desechad las aficiones/ Codicias, amor y miedos./ Por los comunes provechos/ Dejad los particulares…/ Estad firmes y derechos."
Pablo Colomina
Letrado del Constitucional
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