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La hora de la verdad por Gloria Lomana
En cuestión de días, el presidente del Gobierno abandonará la política, y lo hará con gran sentido de Estado. Durante los siete años y medio de gobierno, Zapatero ha aprendido, porque la letra con sangre entra, las lecciones de realismo que sólo da el poder. Y hemos de reconocerle que, en estos últimos meses, lo ha hecho con humildad. Su acercamiento a Rajoy, la comunicación diaria que ambos mantienen, es un ejemplo de lealtad a España y a la tarea que ambos han tenido y tendrán que acometer. Anteriores alternancias y traspasos de poderes estuvieron faltos de colaboración. La situación de emergencia nacional que vivimos ha obrado el milagro.
Ojalá la cordialidad dure en el tiempo. Veremos cuántas alfombras tiene que levantar Rajoy, y cómo los socialistas han echado las cuentas del Estado, en estas horas finales.
Pero, en todo caso, la imagen de unidad que ambos líderes están dando, contribuye a proyectar rigor y sentido del deber fuera de casa. España no era Grecia, y ahora España no es Italia. Europa nos percibe como gente seria y previsible, gracias a las últimas acometidas de Zapatero y a la rectilínea actitud de Rajoy. Lástima que ahora Zapatero abandone la política porque sería un magnífico lider de la oposición. Y de haber llegado a La Moncloa con lo que ahora sabe, también habría sido un buen presidente. Le han sobrado seis años de experimentos y se ha perdido demasiado tiempo.
Para gritar «Viva España» y abandonar la camiseta de Rubianes, Carme Chacón ha tenido que pasar por el Ministerio de Defensa. Semejante medicina han tomado otros como José Antonio Alonso o Trinidad Jiménez. Y es que los ministerios pilares del Estado, como Exteriores, Interior, Defensa o Justicia enseñan una barbaridad a los que no llegan enseñados. Cuando el brebaje es la presidencia del Gobierno nos encontramos la transformación que se ha producido en Zapatero. Un hombre que se va con el Estado en la cabeza, en estas sus últimas horas en política. Quién lo hubiera dicho...
A diferencia de los anteriores presidentes del Gobierno de España, que pretendieron gobernar para todos los españoles, Zapatero inició una primera Legislatura gobernando para los suyos, sólo para la izquierda. Había llegado al Gobierno con una misión rupturista, para revisar el pacto de la Transición y arreglarle las cuentas a la República.
Todo su ejercicio ideológico y pragmático respondió a esta tarea. Eran los tiempos en que bajar los impuestos era de izquierdas. Hasta disuadir del consumo del alcohol y del tabaco se justificó de tan ridícula manera. «Cuando la mar amaine se podrá contemplar la obra del gobernante», ha dicho Bono, sin aclarar que éso no será posible al completo, porque el gobernante Zapatero en realidad han sido dos. Desde 2010, es uno, cuando al contrario que Mister Jeckyll se tomó una poción benéfica. A este ya le reconoce Europa y el mundo. Al anterior a la poción, no, porque es otro personaje.
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