Londres
EL ANÁLISIS: Indignados o guerrilleros
- ¿Se extenderá la violencia en el espacio y el tiempo?
–En el espacio no es ya hipótesis sino realidad: lo que fue una primera embestida geográficamente localizada se ha expandido, como era en parte previsible, por emulación, por los cuatro costados de Londres. En el tiempo se plantea la amenaza de que ante cualquier acto de los poderes públicos que se perciba como discriminatorio, en lo social o en lo racial, asomen rebrotes que rebasen la legítima protesta para entrar en el intolerable ámbito de la delincuencia. Hay un riesgo cierto de «efecto contagio».
- ¿Hay relación entre esta ola de barbarie y la crisis en Europa?
–En gran medida sí. Las clases más desfavorecidas y marginadas encaran un periodo adverso de abstinencia cuasi-absoluta y ayunos al límite, y cualquier chispa con tanto oxígeno envenenado genera una peligrosa hoguera, independientemente de su origen. Con el agravante de que cualquier atisbo de indignación más o menos espontáneo deviene en horas en una guerrilla urbana pura y dura que se rige por la vieja doctrina de la resistencia sin liderazgo, aplicada históricamente por organizaciones tanto de extrema derecha como de extrema izquierda.
- ¿De qué forma queda dañada la imagen de Londres?
–De forma severa pero reparable. En un tiempo de grandes incertidumbres en lo político, lo social y lo económico, la seguridad es un valor cotizadísimo. La imagen de Reino Unido –como ocurriera en los orígenes del 15-M en España– es la de un país en el que los poderes públicos no tienen control sobre los acontecimientos y son incapaces de frenar los estragos perpetrados por grupos reducidos. Los británicos trabajarán con la idea de que no se pueden permitir esta estampa a menos de un año de los Juegos Olímpicos.
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