Crisis del PSOE

El hombre del diálogo

La Razón
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Hace pocos días, se reunieron Mariano Rajoy y Ángeles Pedraza, la presidenta de la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT). Tanto el Partido Popular como Ángeles Pedraza han declarado después, sin que haya habido la menor discrepancia, que Rajoy aseguró a la presidenta de la AVT que no habría concesiones a los presos ni conversaciones con la ETA. Para interpretar en todo su sentido la posición de Rajoy, vale la pena recordar que en los gobiernos de Aznar fue un ministro leal con la posición marcada por el entonces presidente. Por muy problemática que fuera la gestión que se le había encomendado, por muy polémica que resultara la línea general, Rajoy nunca se desmarcó de ella ni intentó salvar su posición personal. Los que han ocupado responsabilidades en cualquier orden de la vida saben lo que vale ese ejercicio de lealtad.

La posición de Rajoy, y la del Partido Popular, se han visto complicadas en estos años por la situación que el PSOE y sus dirigentes se han empeñado en ocupar. Con Rodríguez Zapatero, el PSOE se fue a la extrema izquierda. Rubalcaba no ha encontrado mejor forma de promover su candidatura que encastillarse en esa posición. Rubalcaba, como se sabe, finge desmarcarse del Rodríguez Zapatero post-mayo de 2010, cuando el Gobierno socialista tuvo que abandonar la idea de que la crisis no existía o que se salvaba con más gasto. De ese modo, Rubalcaba se postula como el perfecto seguidor del zapaterismo de los seis años anteriores. En vez de ir hacia el centro, Rubalcaba, nueva encarnación de Rodríguez Zapatero, está peleando por el voto radical de izquierdas. Con eso abandona a las demás fuerzas políticas de todo el resto del espectro.

El PP no puede, naturalmente, dejar de intentar atraer ese voto que el PSOE ha abandonado. Para responder a esta situación, Rajoy ha ido articulando una posición que le permita representar a la mayoría de los españoles. Todos sabemos que la primera misión que le corresponde consiste en dejar atrás el zapaterismo. Sin eso, ninguna otra línea de acción será posible.

Rajoy, un político instalado naturalmente en el centro, allí donde el diálogo es más valioso que los prejuicios dogmáticos, no tiene por qué estar incómodo con esta tarea. El Partido Popular es una organización nacional, que une y refleja una muy diversa cantidad de perspectivas, ideas y opiniones sobre la realidad. Ahora tiene que saber integrar aún más posiciones. La tarea continuará, si Rajoy gana las elecciones, después del 20-N. La España que sale del zapaterismo es más pobre que la que recibieron los socialistas. Lo es, en buena parte, porque está dividida y enfrentada por polémicas artificiales, polémicas cuya única razón de ser ha sido el enfrentamiento y la división. Para superar la grosería sectaria del PSOE actual y reconstruir una España más amable, más respirable, la acción política debe volver a la prudencia y al diálogo. El Partido Popular de Rajoy es la mejor garantía de que esto todavía es posible.