España
«Post» y «tardo»
Estamos en el postzapaterismo, sí, pero, para evitar ciertos malentendidos y frustraciones con esa palabra, hay que recordar que todos los posts –el postfranquismo, el postnacionalismo vasco...– atravesaron siempre una fase meramente moral antes de materializarse de forma temporal y constituirse en un hecho consumado. Para aquel franquismo de los años sesenta que estaba moral pero no físicamente muerto, Umbral se inventó el feliz palabro «tardofranquismo» que viene hoy en nuestro socorro para explicarnos la etapa que se acaba de abrir en España. Un buen pronóstico de los males que nos aguardan pasa por entender que estamos en el tardozapaterismo y que esos males serán los propios de toda época «tardo»: el tedio en la vida pública, los vacíos de poder, la sensación de eternidad, la desesperación del que espera el cambio que no llega y –el más temible– el ralo simulacro de la libertad que se reclama. O sea el tímido y controlado y timorato y falso aperturismo. En fin, que eso es Tomás Gómez: un invento del «régimen» para perdurar, un neozapaterismo con rostro humano que ignore la muerte moral y alargue la agonía física de un zapaterismo comatoso e intubado. Tomás Gómez es como la Ley de Prensa del 66 o como el asociacionismo de Arias Navarro. Ha venido a decir a la peña de su partido que se puede discrepar de Zapatero sin ser un facha redomado ni un traidor ni un golpista. ¡Enhorabuena! Está muy bien que en el PSOE se den cuenta de eso, pero a los demás nos sabe a poco. Los demás ya lo sabíamos.
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