Galicia

La última noche del colchón

La compañía gallega Galopín, diseñadora y fabricante de parques infantiles, convierte la materia prima de los jalones en desuso en estructuras para escalada, por ejemplo 

La última noche del colchón
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La empresa gallega Galopín, diseñadora y fabricante de parques infantiles, ha visto en los colchones en desuso una fuente de materias primas para sus productos, especialmente los rocódromos o, lo que es lo mismo, las estructuras artificiales para escalada.

 

Hasta hace poco su gran volumen y la imposibilidad de compactarlos era un problema en las plantas de tratamiento de residuos de Cespa Galicia. «Los colchones tienen un difícil tratamiento en las plantas y está prohibido tirarlos al vertedero. Sólo los que se desechan cada año en Galicia contienen unas 720 toneladas de poliuretano. Así que ahí hay un potencial enorme que nos va a permitir, además de incorporar el poliuretano a nuestros productos habituales, abrir nuevas líneas de negocio», afirma José Manuel Iglesias, director general de Galopín. Del reciclajeEl proceso mediante el cual un colchón llega a ser un componente de un rocódromo, pasa por «extraer el poliuretano, triturarlo hasta crear una granza y, una vez comprobadas sus cualidades de drenaje, entre otros aspectos, buscar los porcentajes necesarios para elaborar un hormigón polimérico, que es con lo que se construyen estas instalaciones», explica.

 

«Luego –prosigue– se hacen unos moldes y, a partir de ellos, las distintas piezas. Así sustituiremos el poliuretano nuevo por otro procedente de reciclaje, que nos puede dar las mismas prestaciones y la misma calidad».

 

Otros usos posibles para este material «son las pistas de skate, a las que se puede dar un acabado con aspecto de hormigón o de piedra», añade Iglesias.

 

Pero se han detectado varias utilidades más, como «la fabricación de los tableros de mezcla de partículas para todos los suelos y techos de casas y otras instalaciones que hacemos, porque son más ligeros y más resistentes, además de hidrófugos», afirma Iglesias. Para esta aplicación han trabajado «en equipo con otra empresa que también está, como nosotros, en el Centro Tecnológico de la Madera de Galicia», explica.

 

Hasta aquí, todo entra dentro de la línea de trabajo habitual de la empresa, pero el desarrollo de nuevos usos no ha hecho más que empezar: «estamos trabajando también en un suelo para cultivo hidropónico en jardines y macetas, y en un absorbente para contaminantes para los puertos marítimos», y para ello han firmado un convenio con el Tecnológico del Plástico en Ferrol, y es así como se comprueba que la «posibilidad de abrir nuevas líneas de negocio puede ser una realidad. Hasta ahora no habíamos podido avanzar porque estábamos limitados. Ahora tenemos muchas posibilidades y tenemos los recursos en el entorno, como es un material que estábamos pagando por tirarlo al vertedero».