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Maldita la falta por Ely del Valle
«Hacía falta ya una huelga general». Éste fue uno de los eslóganes más repetidos el domingo, como si las huelgas fuesen un chaparrón en un trimestre de sequía, un premio esperado por necesario, algo bueno que nos merecemos porque nos lo hemos ganado a pulso. No es cierto.
Lo que sí se ha ganado por derecho este país es tener unos sindicatos con sustancia cuya preocupación vaya más por lo que se está perdiendo que por lo que ellos van a dejar de ingresar; unos sindicatos cuyo ADN no se haya alterado hasta tener más de patronal con representación en los consejos de administración que de voz en las asambleas de asalariados.
Más que una huelga, lo que necesitamos son unos agentes sociales responsables que sean capaces de llegar a acuerdos en los que no prime el quítate tú para ponerme yo; alguien que tome el timón con mano firme y decida un rumbo, aunque no sea el más cómodo.
Los sindicatos agitan a las masas intentando convertirlas en masilla, sin contar cuánto parado hay por la gracia del convenio colectivo ni lo que le ha costado la pancarta, vía subvención, al propio que la agita.
«Hacía falta ya una huelga general». Sería interesante saber cuántos de los que lo coreaban se han leído la reforma de marras y saben de qué va el asunto.
No corren buenos tiempos para nadie, ni para empresarios, ni para trabajadores; la ley/decreto del Gobierno no es, ni mucho menos, un bocado ligero de digerir, pero escuchar la frasecita de marras, entonada con la musiquilla del «Había una vez un barquito chiquitito», refleja lo absurdo de una situación en la que lo último que necesitamos es que, como en el chiste, los reclutas dejen de comer para que el capitán se fastidie.
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