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Muerte en la cama por Gloria Lomana

La Razón
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El 25 de marzo los andaluces irán a votar contra el régimen socialista en Andalucía. Todos los pronósticos apuntan a la victoria por mayoría absoluta del popular Javier Arenas y a la derrota histórica del actual presidente, el socialista José Antonio Griñán. Será una muerte anunciada, una ejecución prevista tras una larguísima y demasiado lenta agonía. Porque hasta esta puntilla final, hasta esta liquidación, hemos tenido que conocer demasiados escándalos. La tupida red de apaños y clientelismo tejida por los socialistas ha dejado una sociedad sedada, que ha tardado muchos años en reaccionar. Sólo así se explica que la gobernanza andaluza, a pesar de tanta desvergüenza como estamos conociendo, muera en la cama. Su presidente Griñán ha apurado al máximo el tiempo legal para gobernar, aunque el tiempo ético no le acompañara. Y a pesar del barullo, la corrupción, la descomposición y los escándalos conocidos desde hace años, la ciudadanía ha esperado pacientemente la llamada a las urnas, increíblemente sin lanzarse a la calle para reclamar la caída anticipada de un régimen corrupto, para exigir el derribo del gobierno Griñán al estilo Lerroux por el estraperlo, o al menos el adelanto electoral al estilo González por Filesa y los GAL. A Camps se le forzó a dimitir por aceptar el regalo de unos trajes.

Es evidente que lo deseable es que los ciudadanos exijan el cambio de un gobierno a través de las urnas, pero no es menos evidente que, en ocasiones, se hace precisa la movilización para que el gobernante anticipe su marcha. Por eso es difícil entender que los andaluces hayan hecho la digestión de tanta catarata de escándalos sin sufrir cólicos. La desvergüenza de Mercasevilla ya fue de campeonato, pero sólo era el inicio. Nos faltaba por ver el desen-freno de los ERE fraudulentos y cómo, en palabras del presunto delincuente Francisco Javier Guerrero –director general de empleo con tres diferentes consejeros de la Junta durante nada menos que 9 años–, se creó un fondo de reptiles de 700 millones de euros con el dinero de los parados. El colofón de la trama que hemos conocido esta semana, mediante la cual semejante personaje concedía subvenciones a su chófer para que el dinero le volviera a él, en metálico, en copas o en cocaína, no tiene parangón.

Mucha red clientelar, muchos padres, hijos y demás parentela de esos agraciados y agradecidos «clientes» debe haber en Andalucía para que los socialistas vayan a sumar aún tres millones de adhesiones. Javier Arenas, si como parece finalmente es elegido presidente de la Junta, tendrá tarea. No sólo deberá gestionar la consabida crisis económica, sino también una ingente labor de regeneración ética que devuelva la confianza a la sociedad. Levantar las alfombras en Andalucía será un trabajo de titanes.