Debate de investidura

La gaseosa del PSOE

La Razón
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Los socialistas llevan días a marchas forzadas intentando recomponer una imagen muy dañada en los últimos meses por una crisis económica galopante, por un Gobierno deteriorado por la mala gestión y por unas encuestas demoledoras donde las haya. La reacción de Zapatero tuvo dos entregas: primero fue un amplio reajuste del Gobierno y luego un nuevo estilo de hacer las cosas en la calle Ferraz con Marcelino Iglesias como nuevo secretario de Organización.
De ellas hay que decir que el aterrizaje de Iglesias en la sede federal socialista ha tenido rápidamente unos efectos realmente positivos. La capacidad explicativa, la imagen moderada y un gesto permanente de diálogo han convertido al presidente aragonés en una pieza clave en la nueva maquinaria socialista. Marcelino Iglesias conoce bien situaciones complicadas, él heredó un partido en Aragón que estaba hecho trizas y lo ha sabido recomponer y mantener en el poder durante varias legislaturas. Sus comparecencias públicas y mediáticas, como secretario de Organización, han estado llenas de mesura y de equilibrio. Ciertamente si Zapatero buscaba evitar la estrategia de la confrontación desde la organización socialista, lo ha conseguido. Iglesias ha sido la mejor elección de las posibles y si le dejan trabajar puede dar la vuelta a la historia como un calcetín.
De todas formas, no es suficiente. El PSOE y el Gobierno necesitan gaseosa con más presión para reconducir una situación complicada. La presión se había ido escapando con el paso del tiempo, ahora con Iglesias parece que se está recuperando, pero desde luego también será necesario que todos los barones, que este martes se reunían en Ferraz en el Consejo Territorial, actúen con unidad de criterio. Si alguna virtud nunca había fallado entre los socialistas había sido la disciplina interna, incluso en los momentos complicados. En los últimos tiempos algunos violines y trompetas han ido por libre, y esa actitud es muy dañina para un partido que siempre se ha refugiado en esa forma de actuar. Marcelino Iglesias tiene ahí su gran cometido; volver a afinar una orquesta dañada por seis años de Gobierno y que había comenzado a desplomarse.
Esa gaseosa socialista que había perdido toda la presión y que ahora ha comenzado a recuperarse, si quiere mantenerse en el poder no puede permitirse ningún lujo cara a la galería. El más mínimo resbalón. Y eso quiere decir, por ejemplo, que confesiones como las de Felipe González sobre los GAL de este fin de semana hacen un daño tremendo al PSOE. Abrir de nuevo algo, que políticamente ya estaba metabolizado, es un error de una dimensión enorme. Si los socialistas quieren salvar la cara, tienen que ir a piñón. Marcelino Iglesias lo puede conseguir, ha demostrado que sabe hacerlo; pero también es cierto que ahora mismo el barco tiene tantos escapes de agua que la labor aparece ingente. Devolver la presión a la gaseosa del PSOE es la única salida posible. Todo lo demás es ruido, y el ruido a estas alturas es la ruina.