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De Vuelta a casa

Bilbao y su afición se vuelcan con el regreso de la carrera a sus calles

Igor Antón cruza la meta de Bilbao como ganador de la etapa en 2011
Igor Antón cruza la meta de Bilbao como ganador de la etapa en 2011larazon

«Euskadi quiere el deporte como deporte y la paz como paz», dice Miguel Madariaga, el patrón del Euskaltel, que ayer llegaba a casa. Y tuvo las dos cosas. Porque no era sólo el equipo vasco, era la Vuelta la que regresaba a casa. Treinta y tres años de ausencia eran demasiados para la mejor afición al ciclismo, la que más lo sigue, en el País Vasco o fuera.
La de ayer era una jornada de fiesta en Bilbao. Algunos colegios dieron permiso a sus alumnos para no ir a clase por la tarde. Como sucedía en el siglo pasado, cuando la mayoría de etapas transcurría por terreno vasco. El regreso de la Vuelta era un acontecimiento que no se podían perder los niños. Además, Bilbao era una ciudad especialmente incómoda ayer para desplazarse en coche. Muchas de sus calles más importantes estaban cortadas porque era una ciudad preparada para recibir a 167 bicicletas que en ningún sitio han sido tan reconocidos como en la etapa de ayer.

La gente esperaba pacientemente el paso de los ciclistas en la Gran Vía, donde estaba situada la meta, y en los alrededores. Pasaban dos veces por la ciudad y una hora antes del primer paso la afición ya desafiaba a la pereza y al calor para esperar al paso del pelotón.
Era un día grande para la mejor afición al ciclismo. Una jornada sin incidentes, como sucedió la última vez que llegó la carrera a Bilbao. Hace treinta y tres años de eso, treinta y tres años desde que Enrique Cima, un pequeño escalador español, desafió al miedo, al terreno resbaladizo y a Bernard Hinault. En 1978, la última vez que la Vuelta visitó Bilbao, se llegaba igual que ayer, después de subir el Vivero. «Terminaba en el Parque de Atracciones», recuerda Cima, que ahora sigue la Vuelta como enviado especial de «La Nueva España». El Vivero era un puerto desconocido para el pequeño escalador asturiano. «Pero era muy metódico», reconoce. Y preguntó a Gabino Ereñozaga, su masajista en el Kas. Gabino tampoco lo conocía. «Pero llamó a un amigo y le explicó que había una curva a 80 metros de meta». Una curva decisiva.

«Yo había pasado un día horrible, sufriendo. Llegamos arriba un grupo de 15. En una curva esprintaron Martínez Heredia, que era mi compañero, e Hinault. Había gravilla y papeles de los dorsales, pero yo dominaba la bici, era de los que mejor bajaban con lluvia, y cogí la curva por dentro. Ellos se acojonaron, les saqué veinte metros y gané», recuerda. «Después, en la meta, Hinault me dijo que estaba loco. Pero él había ganado la Vuelta y yo le dije que no iba a perder una etapa por una curva», afirma el asturiano.

 Ayer no había locos, había miles de aficionados en las carreteras esperando al sucesor de Cima, que ya no es el último ganador en Bilbao. Es el penúltimo, pero está contento de que su sucesor sea un pequeño escalador como él. Y Enrique, en la sala de prensa, pudo dar por fin el relevo a Igor Antón. «Estoy muy orgulloso de ser tu sucesor aquí», le dijo Igor. Pero de lo que estaban orgullosos los dos es de que la Vuelta hubiera recuperado el paso por el País Vasco.
Era un día para disfrutar. «Ningún equipo tiene la afición que tiene Euskaltel», reconocía Miguel Madariaga. «Hay corredores que tienen mucha afición, pero creo que no hay en el mundo un equipo con la afición que tiene éste». Por eso, la victoria de Antón tiene más valor. «Es la más emocionante y la más importante de nuestra historia», añadió.

La carrera, además, no sufrió más incidentes de los que ha vivido en otros sitios. Alguna petición de independencia a gritos, pero nada más. Bildu había pedido que se respetara a los ciclistas. Y se les respetó. Las fuerzas del orden, además, estaban coordinadas para que nada sucediera. La Ertzantza relevó a la Policía Nacional al paso por el alto de Las Muñecas, que marca el límite entre Cantabria y el País Vasco. Las 58 motos de la Guardia Civil y los dos coches que acompañaron a la carrera habitualmente se mantuvieron como cápsula de seguridad. La imposibilidad de hacer el relevo en carrera hizo que la aportación al control de tráfico de la Ertzantza fuera mínimo.

Hoy la etapa discurre íntegramente por territorio vasco, entre Bilbao y Vitoria, y será la Ertzantza la que asuma también las competencias de tráfico. Hoy será otro día para que disfrute la afición vasca. Como ayer. «Me he emocionado al ver a tanta gente en las subidas», reconoció Chris Froome. Y como él, miles y miles de aficionados.