India
Carta del cooperante: una «expatriada» en el desierto uzbeco
Estar en una misión con Médicos Sin Fronteras es muy diferente de cualquier otra experiencia que hayas podido vivir. De alguna manera, se podría decir que es una experiencia complicada. Y cuando digo complicada, no estoy hablando de vivir con desconocidos de diferentes países, o de tener que lavarme los dientes con agua embotellada... se trata más bien de otras cosas.
Por ejemplo, durante el primer mes, siempre tengo la sensación de que no estoy preparada y me siento incluso inútil... y sin embargo, no sólo nadie pone en duda mis aptitudes, sino que además se supone que debo ser la experta dentro de mi campo de trabajo. Aquí en Uzbekistán, estoy en mi segunda misión, pero tengo la sensación de que esta vez es incluso más difícil que la primera, pues ya no puedo ponerme como excusa la inexperiencia o el no saber hacerlo mejor. Además, está la complicación de tratar de hacer mi trabajo en un contexto delicado, pues soy una estadounidense post-11 de septiembre trabajando en un país musulmán post-soviético... así que podríamos decir que este lugar tiene algo de tierra prohibida para mí. En el terreno, una no cuenta con sus familiares o amigos y en mi caso particular sé que además someto a una prueba constante a mis compañeros de casa con estas frustraciones de las primeras semanas. ¡Pobrecitos, qué paciencia tienen conmigo! Por alguna extraña razón, a mis amigos esto les suena atractivo y fascinante, pero en realidad este trabajo es como si afrontaras una prueba de resistencia cada día.
Nuestro proyecto está en Nukus, una ciudad de unos 300.000 habitantes que se encuentra en la región semi-autónoma de Karakalpakstán. Me imagino que el nombre no os dice mucho, ¿verdad? De hecho, cuando le dije a un amigo que iba a venir aquí con MSF, empezó a tomarme el pelo de inmediato: "no sé si te has inventado el nombre, pero en el caso de que exista esa región, estoy seguro seguro de que está muy lejos". Y siendo justa, tengo que reconocer que yo tampoco sabía nada de este país antes de venir aquí, y mucho menos de la ciudad que sería mi destino... un lugar que hoy en día es un rincón olvidado en el mundo, pero cuya importancia fue crucial para nuestra historia, ya que un poquito más al sur se desarrolló la ruta de la seda que iba desde el lejano Oriente hasta Europa.
Todavía estoy en mi primer mes, así que tengo que recordarme a mí misma que debo ir a ritmo –al fin y al cabo esto es un maratón de seis meses. Durante la fase de aclimatación es cuando te das cuenta de las muchas diferencias y similitudes que te vas a encontrar en los meses siguientes. Para que os hagáis una idea, el primer día que pisé terreno, ya tuve una reunión sobre información cultural. Lo primero que me explicaron es que aquí el pan es casi sagrado, así que si alguien te ofrece una rebanada estás casi obligado a probar al menos un trocito. Luego está el ritual informal del té: se vierte en una taza y se devuelve a la tetera tres veces seguidas para asegurarse de que la concentración de la infusión y el color son los correctos. Además, como muestra de respeto, sólo se sirve media taza, pues el anfitrión querrá seguir sirviéndote después.
Yo me había imaginado una ciudad llena de mujeres vistiendo batas de colores de tallas enormes y poblada por los típicos campesinos rusos... y en algo acerté, pues de hecho hay un montón de babushkas con dientes de oro y vestidos sin formas. Sin embargo, todas las mujeres jóvenes usan jeans ajustados y botas negras con altos tacones, incluso cuando hay nieve. Hoy en día, mucha gente de Uzbekistán viaja a la India para estudiar, y en casi todos los sitios donde he estado hasta ahora la gente tiene acceso a Internet, lo cual les ofrece acceso inmediato a lo que ocurre en el resto del mundo... y eso me hace preguntarme si todavía existe algún lugar en el planeta que no esté sometido a influencia externa...
Aún así, algunas diferencias son muy sorprendentes. "Tenemos dos tipos de matrimonio: concertados o mediante rapto", me comentó un tipo hace unos días. Y aunque sé que lo dijo en tono de broma, la verdad es que yo también me quedé alucinada cuando lo escuché. Mis compañeros expatriados vieron la cara que ponía y me advirtieron mediante un guiño del "riesgo"que corría, pero ya les he dicho que soy demasiado vieja como para que uno de estos señores me "elija"para casarme con alguno de sus hijos
Como epidemióloga de esta misión de MSF en la que tratamos la tuberculosis multirresistente a los medicamentos tengo la suerte de tener una perspectiva bastante amplia de nuestro progreso durante estos años, pues el programa en Uzbekistán empezó hace ya casi siete años. Pero por otra parte, reconozco que también estoy agobiada de tantos datos como tenemos, ya que solamente el tratar de hacer una composición de cómo está la situación, ya requeriría que me dedicase en exclusiva a esa tarea.... y evidentemente hay muchas más cosas que hacer.
MSF ha cumplido con éxito en su tarea de traer hasta aquí lo último en herramientas de diagnóstico y, dentro de lo que cabe, podemos identificar rápidamente los pacientes que están enfermos y decidir cuáles son los tratamientos más adecuados para ellos. Ahora nuestro próximo reto será traspasar este programa al Ministerio de Salud y conseguir que lo mantengan tal cual está funcionando. La tarea no será para nada fácil, ya que la población aquí tiende a verse marginada, el suministro de medicamentos corre el riesgo de verse interrumpido, y si se limitan a controlar la infección puede no ser suficiente. Fuera como fuese, hay que decir que todo el personal tiene una dedicación ejemplar y que están sumamente implicados en hacer que esto funcione. Tanto los nacionales y expatriados de MSF, como los empleados del Ministerio de Salud, permanecen aquí hasta altas horas de la noche, y trabajan muchas veces incluso durante los fines de semana. He visto a médicos explicando con verdadera pasión a los pacientes la importancia de seguir el tratamiento, y he visto enfermeros que toman delicadamente de la mano a los pacientes mientras estos tratan de consumir sin vomitar su puñado diario de pastillas. Incluso nuestros conductores están de guardia las 24 horas y siempre hay un recepcionista pendiente del teléfono y listo para ejercer de intérprete para alguno de los que no hablamos ruso. Además, el hecho de contar con buenos coordinadores también ayuda, y los nuestros son personas con un carácter increíble, y con una habilidad enorme para potenciar los puntos fuertes de cada uno de los miembros de este equipo.
Podría decirse que soy una expatriada que ha caído aquí de manera casi accidental, pues al igual que yo he sido enviada aquí, podría haberle tocado a cualquier otro compañero de MSF con similares aptitudes a las mías. Y accidentalmente o no, lo bueno es que estoy aquí, y que me siento feliz y contenta por tener el privilegio de estar donde estoy: en medio de un desierto uzbeco, trabajando en un puesto de salud de la antigua URSS y tratando de lograr un cambio. Tengo la suerte de poder colaborar para que una población que estaba marginada y que sigue siendo muy vulnerable reciba una atención médica adecuada, así que poco más se puede pedir.
Tal vez nuestro mayor desafío consista en averiguar lo que realmente podemos mejorar, y en hacer pequeños cambios para avanzar en esa dirección. Y trabajar con gente como la que forma parte de este proyecto es la recompensa por todos los inconvenientes que conlleva la vida de terreno. Así que me digo a mi misma: "Sandy, te recuerdo que lo importante en un trabajo como este es saber que hay que aceptar las dificultades para aprender de la experiencia y disfrutar con lo que uno hace".
Sandy ALTHOMSONS, epidemióloga de MSF en Uzbekistán
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