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Cochinos
España está atiborrada de cochinos. Nadie se alarme. Me refiero al jabalí (Sus Scrofa), y en concreto al jabalí catalán (Sus Scrofa Convergentis) cuyo número de ejemplares se ha quintuplicado en los últimos años. El jabalí, para los amantes de la caza, o de las costumbres de la caza y de la literatura venatoria, es el cochino. También se le denomina marrano, puerco, guarro o gorrino. En catalán es el «porc senglar» que queda mas fino. En los próximos meses se podría extender su denominación. «Porc senglar sioux», por razones que más adelante intentaré analizar. Lo cierto es que este suido, el más atractivo y singular para los monteros, no pasa por circunstancias cercanas al peligro de extinción. Días atrás, en Pozuelo, un grupo de amigos fumadores, echaban un pito a las puertas de un restaurante acatando la ley autoritaria de las dos nenas (la Pajín y la Jiménez) cuando fueron visitados por una piara de cochinos deseosos de encontrar alimentos en los cubos de basura. El cochino es casi ciego, pero su oído y olfato están desarrolladísimos. Quien escribe hizo en su día un gran descubrimiento, todavía no reconocido por la ciencia. A los cochinos lo que más les gusta es la merluza rebozada. Hace años acompañé a un amigo cazador a su puesto en una montería. El viento soplaba a nuestras espaldas y dábamos el aire a las reses. Mi amigo estaba desesperado porque en esas condiciones los cochinos no rompen por los puestos. En vista de ello, nos planteamos pasar un agradable día en la sierra. Bota de vino y aperitivo. Había llevado desde Madrid filetes de merluza rebozada y abrí el recipiente para disfrutar de sus delicias. A los pocos minutos empezaron a entrar cochinos, directos hacia el puesto. Nadie en aquella armada pegó un tiro, pero mi amigo se hizo con siete guarros gracias a la merluza rebozada. La caza es así, inesperada y caprichosa.
En Cataluña, su Parlamento prohibió las corridas de toros por el sufrimiento del animal. Los «Corre-bous» no los prohibieron aunque el toro sufra más que en una corrida, por aquello de la «identitat». Y ahora, la Generalidad de Cataluña ha autorizado cazar jabalíes con arcos y flechas. De ahí mi amago en referencia a los sioux. Durante el mes de febrero se autorizará la caza del jabalí con arco y flechas en el Parque natural de Collserola, vivero de los cochinos que visitan cada noche diferentes barrios barceloneses. Ello nos obliga a la reflexión y la prudencia. Moderen sus impulsos senderistas y naturalistas y no vayan en febrero a Collserola, porque pueden volver con una flecha atravesando sus corvas.
El jabalí es duro y resistente. Una bala del 30-06 alojada en un órgano vital no lo mata al instante. El jabalí se defiende y si tiene oportunidad, lógicamente enfadado por la herida, ataca. Un buen montero es aquel que se juega la femoral rematando al guarro a cuchillo para que deje de sufrir. Dudo mucho que los prohibicionistas de los toros sepan interpretar el sufrimiento de los animales.
Un jabalí herido por una flecha puede recorrerse en tres días, con la flecha clavada en su cuerpo, la distancia que separa Collserola de Sierra Morena. Y es una cabronada de aúpa. Con arcos y flechas Collserola se va a convertir en un congreso de cochinos heridos y cabreados, y le estaría bien empleado al ideólogo de la ocurrencia el toparse con un cochino herido por una flecha. De la primera cuchillada le dejaría sin dídimos, que es la forma elegante de escribir «huevos». En fin, una bobada más del cinismo identitario. Toros no, pero jabalíes atravesados por flechas, sí. No me busquen en Collserola este mes de febrero.
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