Artistas
Sicilia ante el espejo
Cuando se habla con José María Sicilia (Madrid, 1954) se experimenta una sensación extraña, como si su reino no fuera de este mundo. Sin embargo, sabe dónde le duele, pisa tierra firme y le preocupa, me dice, el problema del paro.
«Yo visito muchas fábricas de los alrededores de Madrid, en Paracuellos, y la cosa no está nada bien». Para él, la capital son «cuatro torres y un horizonte». Hace cinco años que no exponía en su galería, Soledad Lorenzo, donde ha aterrizado con una muestra impresionante, rotunda y al tiempo frágil.
«¿Por qué este tiempo para volver? Es el que he necesitado, simplemente», comenta. Nada más entrar en la sala, siete puertas de cobre se enfrentan a otras tantas de mármol. En las primeras hay inscripciones: «Haz de mí lo que quieras», «¿Cómo creerte?», «¿Hasta cuándo?», «José María Sicilia fue aquí»... Para el artista son «piezas independientes que muestran la idea de los opuestos y del reflejo. Tú te miras, como en un espejo y ¿qué ves? Te ves a ti, pero no eres tú, sino lo que ves de ti.
Es como el eco, la voz de tu voz, la imagen de tu imagen. Cuando miras estas piezas y te lees, lo haces donde antes estuvo alguien», reflexión que le sirve para enlazar con la idea del tiempo, un concepto, señala, que no es aún bastante desconocido, «porque no sabemos bien lo que es, lo devoramos y somos engullidos por él constantemente». Además de mármol y cobre, Sicilia ha trabajado con la pizarra. Cuando intenta que nos acerquemos a su obra, desliza la mano por la superficie, y nos invita a hacerlo, a sentir sus imperfecciones, su volumen, sus oquedades, punto de unión entre estas obras que «poseen vida propia y se pueden contemplar porque yo no he hecho que tuvieran ralación entre sí, no hay una intención», dice.
El canto de los pájaros
En la pizarra, sobre papel también José María Sicilia ha plasmado a través de sonogramas el canto de los pájaros, que están inscritos en octógonos, «que es una idea de plenitud que está presente en la filosofía sufí y que habla del instante, del momento», dice el artista, quien confiesa que vive el ahora y no piensa en lo que vendrá mañana: «La obra surge cuando llega su momento. En mi caso no es una cuestión de planificar. Llega». Cuando acercas el oído a la pizarra, al papel, parece que se escuchara un trino.
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