Granada

El «Evangelio» según Morente

Los Planetas y Lagartija Nick rinden homenaje al maestro en un disco

El «Evangelio» según Morente
El «Evangelio» según Morentelarazon

«Era una personalidad importante orbitando en nuestro sistema musical, alguien fundamental al que admiras. Y de repente desaparece como una estrella que se extingue de tu universo». Antonio Arias (ex Lagartija Nick) trata de explicar en términos a veces telúricos, otras místicos o casi apocalípticos, el vacío por la pérdida de Enrique Morente, fallecido hace un año. Junto a él, sus viejos amigos Florent, Jota y Erik Jiménez (Los Planetas) han formado Los Evangelistas, un proyecto que aborda el repertorio del maestro pasado por el tamiz del rock. «Hizo unas canciones increíbles. Tiene una discografía excelsa, pero de Enrique no se conoce más que la punta del iceberg, y eso es en parte porque la gente del flamenco no compra discos. La intención es difundir su obra, sus palabras, con nuestro sonido», explica Florent.
«El flamenco y el rock contienen atmósferas que pueden fusionarse», dice Erik Jiménez, batería de las dos formaciones anteriores e intérprete de los dos discos esenciales de esa búsqueda de un territorio que suene tan psicodélico como jondo, tan poético como urgente: «Omega» –de Morente con Lagartija Nick– y «La leyenda del espacio» –de Los Planetas–. Este «Homenaje a Enrique Morente» (Sony) suena a tercer paso de un camino, con un componente añadido: estamos ante un disco de duelo que Jiménez describe como «una misa sónica». «Todas esas emociones por la pérdida merecían un homenaje. Habíamos pensado en una serie de conciertos, y, al ensayar, pronto vimos que teníamos un disco entre manos», dice Arias. «Ha dejado un vacío tremendo. Simplemente el hecho de caminar por Granada y no encontrarte con él. En los inicios del proyecto yo era incapaz de escuchar las canciones de Morente, pero había que hacerlo. Se me quedaba el cuerpo pillado, no estaba preparado», cuenta Florent.

«Él nos convirtió a todos»
Del carácter del cantaor ya se sabe que «si veía un bombardeo, allí iba», como asegura Jiménez. «Entraba en un bar, se ponía a hablar, y podía estar dentro hasta que lo traspasaran. Mientras yo me lo bebía todo», añade. Colaboraba con cualquiera que se lo pidiera porque Morente era el «evangelista» número uno: «Si querías saber de flamenco y tenías algo de curiosidad, ahí tenías a un profesor siempre dispuesto. Yo no lo he visto decirle que no a nadie», dice Arias. Mientras Jiménez, asiente: «Nos convirtió a todos. Para los que hacemos rock, el flamenco se mira con respeto, desde fuera, porque las puertas no son fáciles de atravesar. De no ser por él, yo no habría escuchado ni un disco de flamenco en la vida».
Eso sí, les ha salido un álbum «oscurico», como lo define Arias. Es una aleación pesada de guitarras saturadas y la esencia del Morente más artista, menos ortodoxo. Colabora Carmen Linares en una espectacular «Delante de mi madre». «Es increíble ver cómo las energías de los dos estilos se fusionaban, y cómo ella es capaz de sentirse cómoda en esa especie de mantra de ruido», apunta Florent. Para Arias, la musicalidad de Morente «te arrastra hasta San Juan de la Cruz y al flamenco más antiguo. Y sus textos son pura filosofía trascendental, lo que demuestra que las mejores citas son anónimas. El flamenco sabe mucho de eso, es como Morente, local y universal».

Hay más colaboradoras necesarias para esta obra. Una es Soleá, hija del maestro e intérprete en «Yo poeta decadente» y «La estrella», todo un descubrimiento. La otra es Aurora Carbonell, su viuda y autora de «La pelota», que no es una canción sino un óleo que ilustra el disco y que parece un infierno o un corazón rojo reventado. Este homenaje tiene el respaldo absoluto de la familia. La mística del disco, el sonido que el grupo califica de «catedralicio o de cinemascope», lo ha conseguido Martin «Youth» Glover, bajista de Killing Joke y productor de éxito (Primal Scream, New Order, Depeche Mode), que tiene una casa en Granada. «Le habíamos intentado buscar, pero no sabíanos dónde. Preguntábamos por él, y la gente decía ‘‘¿El rico que hace música? Vive en aquel monte...''», cuenta Jiménez. Le encontraron, y él hizo completa la catarsis. «Cuando he escuchado el disco, pensaba que estaba Enrique dentro», apunta uno de ellos. «Él diría que hemos conseguido ‘‘un efectazo''», añade otro. «Es un álbum alejado de la parafernalia, hecho desde el cariño y el respeto. Queremos que sea único», apunta el tercero. «Aunque puede que, si a la gente le gusta, volvamos a buscar en todo ese material maravilloso. Si no, lo disfrutaremos nosotros».


Un itinerario del cante jondo con sonido eléctrico
«Omega» (1996)Grabado por Morente, Lagartija Nick y con letras de Leonard Cohen y Federico García Lorca, fue el intento deliberado del cantaor por buscar raíces comunes del rock y el flamenco. El disco no fue inmediatamente comprendido, pero hoy es un hito histórico.
«La leyenda del espacio» (2007)Los Planetas rompieron el esquema de lo que se esperaba de ellos y buscaron en el acervo de cantes populares flamencos la letra y el estilo de esta obra genial en la que Morente canta el último tema, «Tendrá que haber un camino».
«Homenaje a Morente» (2012)Las intenciones están claras: acercar a quienes no siguen el flamenco parte del repertorio más profundo y revelador del granadino, como él mismo podría haberlo grabado. Un trabajo más allá del cielo, en el universo morentiano.


Auserón, «hecho polvo»
Santiago Auserón era amigo de Morente desde que en 1989 éste se le acercase al final de un concierto de Radio Futura en el pabellón del Real Madrid de baloncesto: «Lo habéis hecho muy bien», le dijo. Auserón vivió su pérdida con tristeza, y ahora vive «hecho polvo y sin muchas ganas de hablar» la ausencia de Enrique Sierra (en la imagen), su compañero en la banda, fallecido el viernes. «Sin su sentido de la sonoridad eléctrica, Radio Futura nunca habría cuajado», escribe el músico en Facebook, y destaca «su forma de pegarse la guitarra al cuerpo que hacía que la electricidad le saliese de dentro». «Fue catalizador del sonido eléctrico de Madrid. Ejercía de madrileño con un señorío llano, sin necesidad de casticismo». «Nos acostumbramos a que sobreviviese como un león, soportando penalidades con voluntad de hierro», lamentó.