Barcelona
«Lucky Fred» el conquistador
Disney Channel estrena esta producción española, que se verá en 150 países
Miryam Ballesteros llegó a la industria de los dibujos animados por casualidad. «Estudié periodismo y después cine en la Universidad de Nueva York. Hice un corto de dibujos animados y gustó mucho. Lo que yo quería era contar historias, y me daba igual cómo», dice. Ahora, la industria del dibujo animado en España no se podría entender sin ella. Y es que de su cabeza ha salido personajes como los de «Memé o el Sr. Bobo» y «Sandra, detective de cuentos». La última creación de Ballesteros es «Lucky Fred», una serie ideada junto con Chema Ocio, que lleva el sello de Imira Entertaiment. De la mano de un «partner» de lujo, Disney, «Lucky Fred» ha dado el salto al mercado internacional. La serie de animación, que hoy estrena Disney Channel en España a las 17:00 horas, se ha vendido a 150 países, entre ellos La India o Australia.
Vitoria, el cuartel general
En el proyecto han colaborado alrededor de 250 personas, y su presupuesto se mueve en torno a los cinco millones de euros, lo que equipara la serie con una producción cinematográfica. La ficción cuenta con seis guionistas, el propio Ocio y otros cinco estadounidenses, que han participado en «Futurama» o los «Pingüinos de Madagascar». Aunque el equipo está diseminado por varias ciudades de la geografía española y el extranjero –la animación se hace en Canadá–, el cuartel general está en Vitoria. Desde allí, se ha coordinado toda la serie y han surgido todos y cada uno de los personajes, escenarios y objetos que los espectadores podrán ver a partir de hoy en España.
«Es necesario diseñar los personajes y mostrar todos sus estados de ánimo –cuando lloran, cuando ríen, cuando se enfadan...–, crear los decorados y elegir las voces, que son clave a la hora de construir la personalidad de cada sujeto. Una vez que lo hemos compuesto todo, lo enviamos a Canadá, donde se realiza la animación, que es la parte más fácil de todo el proceso», explica Ballesteros.
La producción, que consta de 52 capítulos de 12 minutos de duración, tiene como protagonista a Fred, un chico normal de 13 años, que accidentalmente se convierte en el dueño de un robot con súper poderes, Friday, capaz de transformarse en cualquier objeto que Fred desee. Juntos se esforzarán junto a Braianna (la vecina de Fred, que en realidad es una agente especial intergaláctica) por mantener a raya a unos enloquecidos aliens. Como pequeño homenaje al origen español de la idea, «Lucky Fred» está ambientada en Barcelona. Aunque el nombre de la capital catalana no aparece por ningún sitio, la propuesta gráfica de los escenarios donde transcurre principalmente la acción identifica claramente la ciudad. Así, los espectadores podrán ver monumentos tan emblemáticos de la ciudad como la Sagrada Familia, el Parque Güell, el Tibidabo, los edificios del Puerto Olímpico, o muchos interiorismos de estética modernista que hacen fácilmente reconocible la ciudad.
Para el CEO de Imira, Sergi Reitg, el hecho de contar con el apoyo de Disney les hace augurar un gran futuro para la serie. «‘‘Lucky Fred'' es una ficción destinada a competir con las grandes producciones internacionales y preparada para hacerlo. Los pequeños héroes contemporáneos que seducen y pueblan el imaginario infantil también han fascinado a grandes multinacionales del sector audiovisual, como The Walt Disney Company, Nickelodeon, TF1y RAI», señala.
España: potencia en animación
«Planet 51», «El lince perdido»... La industria española de animación se encuentra entre las más punteras del mundo, ya que es la tercera potencia en Europa y se encuentra entre las diez primeras del mundo. Para evidenciar su pujanza, lo mejor es poner las cifras en negro sobre blanco: en la actualidad, hay 170 empresas en España produciendo animación y el 30% de los espectadores que acudieron a las salas en el año 2010 eligieron una película de animación. Los dibujos españoles se ven en el mundo debido a las necesidades de financiación de los proyectos, que obligan a las productoras a firmar acuerdos transnacionales, «lo que obliga a hacer una ficción exportable», afirma Ballesteros.
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