Conflictos laborales
Cólera sentada
He tenido un ataque fulminante de lo que Lope llamaba «la cólera del español sentado»: esta mañana me dieron las claras del alba leyendo las noticias, y una me produjo un solivianto del que aún no me he repuesto: parece que el ayuntamiento de Madrid les debe entre 296 y 500 (según las fuentes) millones de euros a las empresas que se encargan de la limpieza de la ciudad. Ciertamente, la deuda municipal del Ayuntamiento de Madrid ya llega hasta el cielo: ¿unos… 7.000 millones de euros? (Y eso, ¿«cuánto» dinero es? No consigo ni imaginarlo). Pero es que, además, a esa cantidad astronómica hay que añadir toda la millonada que, en concepto de «morosidad», se adeuda a quienes se encargan del imprescindible aseo de una ciudad con inquietantes dificultades de orden público que, de no ser por los hombres y mujeres que se empeñan en su trabajo de sanearla a diario, hace tiempo que se habría convertido en un laboratorio perfecto para investigar la peste bubónica: en una distopía escatológica de tipo Mad Max. Los empleados de la limpieza de Madrid, que este mes de septiembre corren el riesgo de no cobrar sus nóminas porque el Ayuntamiento no paga a las empresas –lo he escrito ya muchas veces– son unos héroes cívicos. Merecerían un monumento en la Plaza Mayor. Son la piedra angular sobre la que reposa la delicada paz social de esta ciudad. Y, por si fuera poco, se trata de personas con una atenta educación, que ya quisiéramos ver lucir en salones cortesanos. Lo tengo dicho: además de realizar su cometido con profesionalidad y discreción, son de los poquísimos habitantes de la villa que utilizan asiduamente la olvidada expresión «por favor», o «gracias», cuando un transeúnte estresado se interpone entre ellos y su ingrato trabajo. ¿Este mes de septiembre peligran las nóminas de los trabajadores de limpieza viaria y jardinería? ¿Luego llegará el turno de barrenderos, basureros, etc.? ¿El señor alcalde gasta 500 millones en un Palacio e impone una arbitraria tasa de basuras mientras deja de pagar los servicios básicos de la ciudad…? ¿Diferencias entre el suelo que él pisa y el que pisamos los ciudadanos…? ¿Por eso vivir en Gallardontown se hace cada día más duro…? El actual señor alcalde me dijo una vez durante una entrevista: «Usted escribirá novelas. Yo escribo el Boletín Oficial del Estado». Pues reconozcamos, Excelentísimo Señor, que yo le salgo mucho más barata al contribuyente.
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