Ciencia y Tecnología

Innovación y cartón: de chica fea a top model

Innovación y cartón: de chica fea a top model
Innovación y cartón: de chica fea a top modellarazon

Las previsiones macroeconómicas se rompen día tras día y todos somos testigos de que lo que se dijo hace tres años no se cumple y que ni tan siquiera lo que se anunciaba hace unos meses como inminente se deja ver.No somos capaces de dibujar el más allá del vehículo de explosión que funciona en base a petróleo y genera desaforadas dosis de CO2. Ni si el periódico digital y el «ebook» acabarán sustituyendo el periódico o el libro encuadernado en rústica o en cartoné.El Cartón, un sector en la ondaEl del cartón es un sector quizá maduro, con un producto aparentemente aburrido y con pinta de rústico, cuyo futuro podría parecernos incierto. Pero atención con la experiencia, porque en este caso es un grado. Todo lo que tiene a la vista usted ha viajado en algún momento, casi seguro, en caja de cartón. Mesa, electrodomésticos, libros, cubiertos, lámparas, vasos, ordenadores, carteras –de bolsillo y de mano–, papeleras… Incluso los botes de pintura con los que se pintó la habitación, la tarima de madera que está pisando o incluso las griferías y baldosas del cuarto de baño.El cartón es el «pobre» denominador común omnipresente que por banal y habitual pasa desapercibido a nuestro juicio y percepción.Como todos los sectores tiene también sus problemillas. Exceso de capacidad (se consume menos), movimientos sinuosos en los precios de las materias primas y sobre todos ellos, como casi siempre, aparición de competidores –el plástico– muy agresivos en precios y prácticas comerciales y en el desarrollo de nuevos usos y productos. Es evidente que el plástico, aunque proceda de un fósil –el petróleo– tiene capacidades difíciles de suplir por parte del veterano cartón. Puede aguantar a la intemperie las interminables lluvias del pasado mes de abril. ¿Pero a qué precio?SorpresasCuando pisas fábricas de cartón con ganas de mirar, te das cuenta de lo que hay detrás. No es casual que empleen a más de 20.000 personas.w Primero. Eficiencia y productividad. Más resistencia con menor gramaje (grosor) gracias a investigación contante e inversión en maquinaria sofisticada y automatizada: «Una línea de producción de papel –la materia prima del cartón– mide hasta 200 metros de largo y ocupa un equivalente a dos estadios de fútbol, tiene la potencia equivalente a 500 automóviles, lleva 5.500 km de cables, 100 km de tuberías y cientos de válvulas y demás piezas de engrasar», según me explica un célebre cartonero catalán.w Segundo. Adaptación al cliente y al cliente del cliente. ¿Qué quiero decir con esto? Pues que como el cartonero fabrica para el licorero y éste acaba vendiendo en Carrefour, ya no basta con hacer unas cajas resistentes, bonitas, impecablemente serigrafiadas y a la medida exacta que necesita Chandon. Porque la champaña acaba colocándose en las estanterías de un súper o de un híper al que, además de cómo sean de chulas, interesa que sean fáciles de abrir, que exijan poca manipulación y generen el mínimo residuo posible.Aquí nació el gran invento del SRP (Shelf Ready Packaging), que consiste en hacer cajas que sirven a la vez de envase y embalaje de transporte y para exponer directamente en la estantería de la tienda permitiendo que el cliente final seleccione las unidades que necesita (para hacérselo fácil, piense en las secciones de galletas y snaks). Dos en uno, ahorro de materias primas y mejoras para toda la cadena de distribución.w Tercero. Hacer cosas nuevas. Del peregrinaje por las fábricas comentadas, varias cosas llaman la atención. De la caja estándar de toda la vida, se ha pasado a cajas adaptadas a la singularidad técnica que exige cada producto en su protección, transporte y exposición. Todo lo que se quiera imaginar: aves, frutas y más últimamente pescado. Sí, pescado. Hace tan sólo unos meses una importante cadena de supermercados ha estado moviendo con éxito todo el pescado fresco que iba de la lonja a sus almacenes en cajas de cartón… Con hielo incluido.Y lo último, sustituir progresivamente el desatino insalubre e insostenible de las bandejas de poliexpan (también derivadas del petróleo) por otras de cartón.w Cuarto. Quizá la mejor y más innovadora. Conseguir poner de acuerdo a todo el sector de que es imprescindible juntar fuerzas en hacer y en difundir.La caja de pescado es el mejor y más reciente ejemplo. Todo el sector cartonero junto en el diseño de un nuevo y revolucionario producto con el dinero y el conocimiento de todos. Es decir, puesta en común de voluntad y recursos. Valdría la pena que otros sectores en crisis y maduros se inspirasen en esta valiosa manera de hacer.Otro ejemplo no menos importante, llegar a un acuerdo también en la conveniencia de quitarse los complejos y comunicar de forma ordenada a los cuatro vientos, empleados, proveedores, clientes y clientes de los clientes, que el sector está preparado para la tormenta de la sostenibilidad. Un producto natural, renovable, reciclable y biodegradable. ¿Quién da más? La famosa huella de carbono es leve en este caso y se limpia fácil porque el 02 que generan los millones de árboles que se plantan y se cuidan para producir papel cada vez son más.Quienes estamos al final de la cadena –todos nosotros– somos cada vez más exigentes. Según un estudio del doctor Sauret, presentado hace tan sólo una semana, la mayoría de la población considera que el cartón es el material de envase y embalaje más sostenible y menos perjudicial para el medio ambiente.Para acabar y enlazando con esta idea me quedo con una reflexión de Eduard Punset: «Si tuviera que escoger entre dos materias para producir, una muerta y finita como el petróleo, y otra viva como los árboles que se cultivan y se regeneran, no tengo ninguna duda». Reinventar además de innovar.